Darío Enríquez

Gobierno peruano se comporta como un ejército de ocupación

Impuestos sin contraprestación eficaz se convierten en cupos de guerra

Gobierno peruano se comporta como un ejército de ocupación
Darío Enríquez
25 de abril del 2018

 

No hay modo de entender la posición del Gobierno. El nuevo ministro de economía, David Tuesta, anuncia mayor firmeza en la recaudación de impuestos. La propuesta una mayor presión tributaria, amenazando con “mano dura” para combatir la evasión, solo podría ser lógica si el Estado estuviese brindando los servicios de mínima calidad y eficacia a la que está obligado a cambio de los impuestos. Pero, al parecer, los agentes del Gobierno no tienen ni la más peregrina idea al respecto. Para ellos los impuestos son algo dado, no necesitan justificar su aplicación. Debería ser al revés, los impuestos deben justificarse uno a uno. Y si no es posible hacerlo, entonces deben eliminarse aquellos cuyo propósito sea difuso, desconocido e incluso corrupto.

Es increíble ver cómo en la Sunat se cuenta con las más sofisticadas herramientas tecnológicas, se capta y capacita excelente personal, disponiendo de una infraestructura física extraordinaria, y se usa todo ello para perseguir a honestos ciudadanos cuyo “delito” es haber producido riqueza. Por otro lado, en las comisarías, hospitales y escuelas estatales —tres tipos de servicios de calidad que los ciudadanos mereceríamos a cambio de los impuestos que pagamos— se tiene una precariedad alarmante, con carencias elementales y con pobre comunicación. Incluso sin que buena parte de los medios informáticos ni de telecomunicaciones del siglo XXI hayan llegado plenamente ni a seguridad ni a salud ni a educación. ¿Alguien puede explicar sin sonrojarse esta enorme disparidad? ¿Qué tal si la mitad de los recursos y esfuerzos para cobrar impuestos se destina a las contraprestaciones eficaces que corresponden a esos impuestos? ¿Y si la Sunat, que tanto lo exige, comienza a entregarnos factura por los impuestos que nos cobra?

La falacia de “si no hay impuestos, no hay servicios” se cae por sí sola. El Estado puede endeudarse, no para armatostes inservibles y fuentes de corrupción como la refinería de Talara, sino —por ejemplo— para modernizar las escuelas estatales, y los recursos para el repago de esa deuda se obtendrían de impuestos aplicados posteriormente para ese fin, con servicios de calidad en funcionamiento. Esa es la real secuencia y no la que los modernos “Zaqueos” pretenden.

Lo cierto es que el Gobierno, en tanto administrador del Estado peruano, actúa como un ejército de ocupación cobrando cupos a ciudadanos cautivos. En ningún momento se cuestiona la procedencia de los cientos de impuestos, gravámenes y contribuciones que oprimen a honestos ciudadanos. Una real reforma tributaria debe preocuparse de establecer esa relación entre lo que nos cobran y los servicios que nos brindan. No hay excusas.

Algunos, desde una posición extrema libertaria y anarcocapitalista, dicen que “todo impuesto es un robo”. De hecho, con la violencia “legal” de su parte, el Estado ejerce coacción y coerción para quitar a ciudadanos honestos la riqueza que con tanto esfuerzo les cuesta generar. Quizás en un ignoto futuro podríamos tener estados sin impuestos, autorregulados, espontáneos; es decir, el nirvana libertario anarco capitalista en el que todos seremos felices. Cuando en la realidad observemos un movimiento hacia ese modelo de sociedad, volveremos a tratar el tema de lo que hasta hoy solo es una utopía.

Lo que tenemos hoy es el éxito de ciertas sociedades que han logrado un equilibrio entre los impuestos que cobran y servicios de calidad que proporcionan a sus ciudadanos. En ese contexto, exigimos que el Gobierno deje de oprimir sin misericordia a sus ciudadanos y redefina un Estado eficaz, cuyo tamaño y alcance debe ser producto de un acuerdo social —incluyendo el derecho a la secesión de grupos e individuos— que respete los básicos principios de vida, libertad y propiedad privada. Solo así retomaremos la senda del crecimiento, de la confianza ciudadana y mediante las grandes reformas pendientes*desde fines de los noventa, convertir ese crecimiento en desarrollo sostenible.

* Hay cada vez mayor acuerdo entre los pensadores liberales clásicos (también llamados libertarios para definir una plataforma mínima de cinco grandes reformas: La reforma política; la reforma en moneda, banca y economía; las tres reformas en servicios sociales: Educación, Salud y Pensiones

 

Darío Enríquez
25 de abril del 2018

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