Gasolinazo contra el Perú

El presidente Vizcarra parece que no se da cuenta, o no quiere ver, que el alza de la gasolina y el petróleo han encarecido la vida de millones de peruanos, y que cada día se devalúa políticamente más. Ni doña Peta —la madre de Paolo Guerrero— puede servir de cortina de humo para que los peruanos más pobres olviden que la calle está dura y que las cosas suben por el alza de combustibles. Vizcarra y el Gobierno parece que no se han enterado que ha habido paros totales en Cusco, Arequipa, Puno y Tacna, con movilizaciones contra el Gobierno y sus amenazas de cobrar más impuestos a los trabajadores.

El presidente Vizcarra anunció la semana pasada, en Cusco, que la medida tributaria estará en evaluación, pero luego fue desmentido por el ministro Tuesta. Y el premier Villanueva dijo “que sí y que no”. Ni la prensa, ni los aliados fujimoristas entendían las contradicciones del Gobierno del provinciano Vizcarra. Y para coronar los errores, el presidente declaró ante la prensa que la muerte de Eyvi Agreda había que tomarla como “un designio de la vida”. Parece que el presidente cree que el feminicidio es un “designio de la vida”.

El gasolinazo se ha convertido en catalizador de la protesta popular en todo el país. En la semana pasada hubo una movilización contra el Congreso, que es repudiado por su historia de corrupción, estulticia y, componenda en favor de intereses partidarios y de los grupos de poder. La corrupción de la clase política representada en el Congreso es evidente. Los fujimoristas y no fujimoristas negocian sus votos para no desaforar a Kenyi Fujimori, operador del Gobierno de PPK en la compra de votos de los congresistas de Fuerza Popular, ofreciendo prebendas y obras a nombre de PPK. Los peruanos perciben que fujimoristas y no fujimoristas quieren desesperadamente tener el control del Congreso para sus pequeñas granjerías y no para servir al Perú.

Esta sórdida lucha por la administración del Legislativo es considerada por los congresistas como una forma válida de “hacer política”. Es decir, tenemos una clase política sin grandeza ni ideales, y por eso es repudiada con razón. No ven que la protesta contra el gasolinazo está unificando una serie de demandas que terminara en la consigna de adelanto de elecciones. No existe una conspiración política de los radicales, ni de los populistas, ni de nadie para derribar al Gobierno, ni para desprestigiar al Congreso; son ellos los que fomentan, con su conducta, el rechazo de los peruanos.

Parece que no saben que el gasolinazo en Brasil ha provocado un paro general de los transportistas que obligó al gobierno de Tremer a retroceder y que anular a medias el alza de combustibles; pero, ni eso detiene las protestas populares. En Brasil la corrupción y la violencia se han desbordado, y constantemente hay amenazas soterradas de golpe de Estado. Increíblemente los ciudadanos parecen estar de acuerdo con esas amenazas, pues quieren un Gobierno que imponga orden en el país. Pero ni el drama brasileño sirve a la clase política peruana para enmendar errores y actuar en beneficio del país.

La próxima semana se inician, en Junín y Huancavelica, paralizaciones y movilizaciones contra el Gobierno, pero la prensa limeña ni se ha enterado. La fiebre mundialistas y la “guerreromanía” han atosigado las noticias, que son repetitivas; como si fuesen hechas a por las mentes más sombrías de aquellas autoridades que no tienen iniciativa política para enfrentar los retos del gobernar. El Gobierno tendrá que afrontar la huelga del SUTEP y las movilizaciones en marcha de las próximas semanas en todo el país. Entonces, veremos si tienen coraje político, o si son como las hojarasca que lleva el viento en su vaivén.