Gabinete para armar

El nombramiento de un gabinete ministerial requiere cumplir varios requisitos. El primero de ellos es el de ser ejecutores de una política trazada por el primer mandatario, y la función principal de un mandatario es la de garantizar la gobernabilidad. El segundo es la ejecución articulada de los planes de gobierno, no competir entre ellos. El tercero, reforzar la imagen presidencial y la del mismo titular de cada cartera en la ejecución de los planes de gobierno, sin caer en el protagonismo ni empujar al colega para salir en la fotografía.

Cuando ocurre lo contrario, cuando se nombra un gabinete de “ancha base” —en el que cada ministro puede ser un experto en su materia, pero con una visión diametralmente diferente de los otros miembros del gabinete— ocurre precisamente lo indeseable. Se establece la competencia, pero no para avanzar sino para interrumpir u obstaculizar el plan de trabajo que no se corresponde con cada visión particular de cómo debería ejecutarse un plan de gobierno en su conjunto.

La denominada “ancha base” suele convocar a profesionales de diferentes tendencias políticas y a algunos independientes. Si los partidos políticos de por sí representan visiones y opciones diferentes, ¿cómo se podría avanzar en un gobierno de ancha base, en el que hay fuerzas que jalan hacia un lado u otro sin permitir el avance hacia un objetivo común? Otra cosa es que el presidente convoque a especialistas de diferentes organizaciones políticas quienes, por su capacidad profesional, tienen el expertise necesario para ejecutar los planes del presidente, aun en contra de los del propio titular de la cartera.

¿Se imaginan qué podría ocurrir si un ministro que tiene dentro de sus competencias otorgar licencias para alguna obra no está de acuerdo con esa obra? Y si, por otro lado, el promotor de la obra es titular de otro ministerio y la considera necesaria, lo más probables es que se produzcan dilaciones injustificadas, bloqueos y hasta oposición abierta a la ejecución de ese proyecto. Nuestra historia registra confrontaciones públicas entre miembros de un mismo gabinete ministerial porque alguien convenció al mandatario de que la opción por la ancha base es comunicacionalmente más aceptada por la opinión pública.

Un Gobierno requiere coherencia, ya sea que se opte por una visión estatista o por una que confía en que los ciudadanos serán capaces de organizarse libremente y buscar para sí mismos aquello que más les convenga. Ejemplos sobre el particular sobran. El más importante es la educación pública. Durante los períodos de mayor crecimiento económico, los padres de familia trasladaron voluntariamente a sus hijos de las escuelas públicas a las privadas. ¿Alguien considera que lo hicieron porque querían abandonar la gratuidad y pagar mensualmente? Evidentemente no. Lo hicieron porque consideran que, en la mayoría de los casos la educación privada ofrece un mejor servicio

También en salud, cuando mejora la situación económica de las familias optan por un seguro privado, otra vez por una retribución mensual. Y en minería, más allá de nuestros particulares puntos de vista, lo cierto es que esta actividad es la que genera mayor ingreso de divisas y, en simultáneo, atrae las mayores inversiones al país, las que permiten dinamizar la economía local, regional y nacional.

Por lo tanto, la visión del conjunto de miembros de un gabinete debe de estar orientada a la recuperación económica en el menor plazo posible para que los ciudadanos decidan libremente si siguen haciendo uso de los servicios del Estado o si prefieren que la libre competencia sea la fuerza motivadora que los engrandezca. Tal como ha sucedido en las principales economías del mundo.

Antes que ancha base, ¡coherencia!