Herberth Cuba

Fundamentalismo en el SIS

Fundamentalismo en el SIS
Herberth Cuba
18 de noviembre del 2016

Es necesario afinar los mecanismos para el subsidio a los pobres

El fundamentalismo se nutre de las fuentes: es la repetición de la doctrina primigenia, sin aceptar cambio o adecuación a la realidad. El mundo cambiante no calza con las ideas esenciales e inamovibles de los fundamentalistas. Eso es lo que ocurre con el Sistema (Seguro) Integral de Salud (SIS). Los nuevos funcionarios del SIS y del Ministerio de Salud (Minsa) han abrazado el fundamentalismo. Han detectado que lo que ha ocurrido con la salud de nuestro país es un abandono de las ideas primigenias; en consecuencia, hay que retomar los principios y las normas de épocas pasadas.
 
Los cambios sociales, la reducción de la pobreza, las nuevas necesidades de la gente y, sobre todo, los diversos fallos a favor de pacientes por el Tribunal Constitucional sobre el reconocimiento explícito de los derechos fundamentales, al amparo de la Constitución Política y la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, entre otros aspectos, son obviados para retomar los viejos principios. Veamos:

Afirman que el (SIS) se debe comportar como un fondo financiero para pagar atenciones médicas de enfermedades baratas y comunes, y que se encuentran incluidas en una lista PEAS (Plan Esencial de Aseguramiento). El fondo financiero escoge, con mecanismos abreviados y sumarios, a los proveedores privados, porque el sistema público es engorroso y complicado, debido a la normativa hecha ex profeso. Además, las deudas que tiene el SIS con los hospitales públicos es cuantiosa. El propio presidente ha señalado S/. 600 millones; pero eso es solo lo que el SIS reconoce y no lo que reclaman los hospitales. En contraste, al sector privado no se le tiene deuda.

¿La solución pasa por pagar la deuda a los hospitales? Parece ser así. Sin embargo, si continúa el mismo sistema, pronto habría nuevas deudas. Parece impensable que un hospital público no pueda comprarle servicios a otro hospital público. Increíble, pero verdad. Si miramos el interior del país, nos daremos cuenta de que no hay sector privado desarrollado. Entonces, los pobres que han visto cómo se han pauperizado y destruido los servicios públicos, se quedan sin atención médica. Lo único que tiene para atenderse el ciudadano del interior del país es el establecimiento público. Es simple: quebrados estos establecimientos, no hay atención.

Los funcionarios del Minsa y, del SIS —y algunos consultores que provienen de la Universidad del Pacífico— señalan, con una simpleza que espanta, lo siguiente: “El SIS solo debe dar atención médica a los pobres, y solo la lista de enfermedades del PEAS”. A renglón seguido señalan que hay que botar a los “infiltrados” y hay que rechazar las peticiones de atención médica que no se encuentran incluidas en el PEAS.

Además, cuando se refieren a la atención médica, lo hacen en el sentido más restrictivo posible. No toman en cuenta las prestaciones sociales ni las económicas. ¿Qué ocurriría si se pusieran en práctica esas recomendaciones? Miles de pobres de provincias y de las zonas alejadas de la propia capital empeorarían su situación de salud. Aumentarían las barreras de acceso —económicas, geográficas y culturales— de los pobres a los servicios de salud.

El dogma de hace veinte años ha cambiado debido al principio de la realidad. El SIS siempre ha tenido poco dinero, se ha desfinanciado por el traspaso de los fondos públicos a los servicios privados con mecanismos ad hoc. Las sentencias del Tribunal Constitucional han obligado al Estado a brindar servicios médicos adicionales a los del PEAS. Además, empezaron a usar, por presión social, mecanismos incipientes de prestaciones económicas y sociales, además de las médicas.

Es decir, los fundamentalistas deben volver a sus cavernas. Es necesario afinar los mecanismos para el subsidio a los pobres; pero de todas las enfermedades, en todo el territorio nacional y para todas las edades. Además, se debe incluir prestaciones médicas, sociales y económicas. Es decir, el SIS debe convertirse en un verdadero seguro social de salud. Sin embargo, es evidente que no se puede subsidiar a 17 millones de peruanos. Esa cifra debe sincerarse, pero para brindar más y mejores servicios.

Además, la inversión para reestablecer la capacidad operativa de los hospitales es imprescindible. Se han construido o remodelado hospitales y centros de salud, pero carecen de personal. Crear nuevos pabellones, nueva infraestructura, significa más personal. Es necesario crear nuevas plazas para servidores de salud.

Las empresas de salud privadas son bienvenidas. Además, se complementan con el sector público. Sin embargo, algunas de estas empresas deben abandonar el mercantilismo, promovido por el régimen humalista. Una economía libre, sana y competitiva no es mercantilista.

 

Herberth Cuba García

 
Herberth Cuba
18 de noviembre del 2016

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