Raúl Mendoza Cánepa

Fuetes cortos

Fuetes cortos
Raúl Mendoza Cánepa
12 de diciembre del 2016

Ejecutivo y Legislativo han entrado en una pugna que solo significará otro lustro perdido  

El jefe del Gabinete, Fernando Zavala, ha ejercido una gestión atinada, diplomática y con reflejos, no obstante los problemas. Por su parte, el fujimorismo mostró seriedad y orden en la delegación de facultades. Hasta allí todo parecía resolverse con equilibrio y tolerancia. Sin embargo, de pronto, un solo ministro (Educación) se tornó en la frontera de guerra entre la mayoría parlamentaria y el gobierno. PPK decidió jugársela a fondo por Saavedra, pese a que ninguna pieza es imprescindible; y el fujimorismo se determinó a censurarlo. Sonaron los tambores de guerra. Ambas fuerzas, en pos de la etiqueta Saavedra optaron por darse de garrotes al borde del abismo, llevando al Perú a la inminencia de una crisis política y creando zozobra en los inversionistas.

El gobierno amenaza con la cuestión de confianza. Se discute su constitucionalidad, pues sería una reacción directamente ligada a la censura y no una natural puesta en picota de la política general del gobierno (aunque esté en tapete la ideología de género en la currícula). Es una zona gris, según algunos, viable desde la Constitución; y según otros, inviable por su objetivo. En el viejo parlamentarismo europeo se utiliza para equilibrar las fuerzas, cuando el gobierno es débil y se requiere recomponer la mayoría. Una jugada constitucional de gobernabilidad, al fin y al cabo, plenamente válida en un sistema parlamentarista cuyo calendario electoral es flexible. Si cae el gabinete, cae el gobierno y posiblemente todo cambia. En el Perú, sistema semipresidencial, el calendario electoral es rígido, el gobierno finaliza a los cinco años, por tanto podría ser también una salida menos traumática para equilibrar fuerzas que un golpe de Estado, por ejemplo.

Dudo que proceda la cuestión de confianza, pero preocupa que los partidos hayan entrado en una pugna que en cinco años solo significará otro lustro perdido. La percepción en la calle no se sostiene en teorías constitucionales; la gente es más simple, solo dirá (como ya se dijo del aprismo durante Bustamante y durante el primer belaundismo), “Fuerza Popular se dedicó a obstruir al gobierno”. En las elecciones del 2021 y a la vista de los indicadores ¿creen que la calle culpará a PPK de una mala performance o culpará a todo el sistema político? Yo creo lo segundo. Y el resentimiento de habernos anclado y empobrecido no será rentable en votos para ninguna de las fuerzas políticas en el escenario. Quizás Julio Guzmán o Castañeda u otros pescarían en ese río revuelto.

La determinación fujimorista de “ir hasta el fondo”, con todos sus cañones de guerra, solo borrará el discurso sereno y conciliador de Keiko Fujimori en Harvard. No es de suyo, de este columnista, ser un “anti” o un “pro”; tampoco lo es pecar de tibio, sino simplemente analizar fríamente la escena y ver las perspectivas al 2021. Hacer la guerra no es hacer buena política. Al fujimorismo le conviene mostrarse cooperador y a Keiko ejercer de estadista equilibrada, cuya prioridad es la Patria y no el partido, estrechar las manos del gobernante y alinearse en un papel propositivo antes que confrontador. El fujimorismo acumuló anticuerpos por su pasado autoritario; aunque algunos inconsecuentes “demócratas” desde el otro lado le pidan a PPK “disolver, disolver”, pasándose por encima la Constitución. Sostener una posición de dureza “fujimoriza” en exceso a Fuerza Popular. Un buen estratega le soplaría al oído a Keiko que un tema es la disciplina y otra guerrear a un gobierno débil.

Por el lado de PPK, un buen estratega no pisaría el palito, caminando al abismo de la confrontación. La mayoría buscará mecanismos de autopreservación, pero la intensidad del conflicto generará ingobernabilidad. A PPK le conviene la política del frente social. Cuando el poder parlamentario es frágil, los poderes fácticos organizados en un frente de intelectuales, juventudes, sindicatos, gremios y otros se ofrecen como una garantía de poder, siempre que se apueste por la propuesta y no por el chantaje callejero.

Nadie quiere cinco años de batalla, lo que todos queremos es gobierno; y gobierno es negociación, concesión, maniobra, diplomacia, diálogo y propuestas. El Congreso pareciera un ring de box por su sustancia. Una informal mesa multipartidaria de diálogos para ejecutar o corregir lo hecho, podría ser una respuesta democrática y de madurez política.

Raúl Mendoza Cánepa

Raúl Mendoza Cánepa
12 de diciembre del 2016

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