Manuel Gago

¿Fraude o terrorismo electoral?

¿Fraude o terrorismo electoral?
Manuel Gago
29 de febrero del 2016

Crece la intolerancia en medio de campañas

Así está el proceso electoral: se habla de soborno a un magistrado del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) que votó contra Julio Guzmán, Renzo Reggiardo renuncia alegando que el proceso está “contaminado”, la llamada “casa del pueblo” del partido aprista es atacada por jóvenes anti sistema, Nano Guerra y otros piden la exclusión de Guzmán anunciando movilizaciones por “la legalidad” y, el colmo, el presidente del JNE denuncia amenazas de muerte. ¿Qué habrá más adelante? No hay que ser adivino. El objetivo es tumbarse las elecciones y deslegitimarla. Si no se gana en las ánforas se gana manchando y desluciendo el proceso.

Los mismos actores políticos juegan con fuego creando las condiciones para empañar los comicios, para hacerlo colapsar, para hacerle creer a la población que su voto no vale, que es inútil votar libremente por quien quiera porque, dicen, todo está amañado. Gritan fraude quienes se saben perdedores y que no pasarán la valla electoral.

Claro, hoy el fraude es más sofisticado y mejor elaborado. Se dirá que los resultados no emanan de la voluntad popular porque éste ha sido burlado por la autoridad electoral, por el mismo Francisco Távara, presidente del JNE, al haberle dado luz verde a la candidatura de Julio Guzmán que, para quienes se oponen a su postulación, no ha cumplido con toda la legalidad que se le exigió al resto de candidatos. Legalidad que es el mejor ejemplo de tramitología y sobreregulación. Documentación que sirve para demostrar una democracia interna partidaria que en la realidad no existe.

¿Cuál es el fin supremo de la democracia? ¿La libertad de elegir y ser elegido o la legalidad de las normas de cuya legitimidad se duda por no emanar del espíritu popular? ¿La norma o la constitución? ¿La libertad del hombre o la prevalencia de la ley? O como antes dijo Víctor Andrés Ponce: ¿Dónde está la amenaza principal?

La informalidad del 70% revela desprecio por la normatividad. ¿Qué hacer? ¿Persistir con otra ley para corregir ese desprecio o cambiar la mentalidad y desmontar esa legalidad que no cala en el ADN de la gente e inmoviliza el país? La población no puede seguir mamando leche materna de sustos y sometimientos. Debe mamar libertad y respeto por los otros.

En 2000, cuando a Alberto Fujimori se le ocurre ir a la segunda reelección, se anunció a los cuatro vientos fraude. Se decía que los medios comprados y las instituciones del estado alentaban su continuidad como presidente. Fujimori ganó las elecciones en medio de todo tipo de acusaciones. La “boca de urna” fue la cereza de la torta. Alejandro Toledo ganó en los primeros sondeos después de la votación y perdió en las actas publicadas poco después. Desde entonces fraude ya no es cambiar boletas, ni alterar votos, sino todo lo que acontece de principio a fin. Y aquí existe un abanico de múltiples posibilidades. Imagínese uno y es fraude: un candidato con más luces porque tuvo más oportunidades en desmedro del candidato excluido desde niño, sin brillos y bríos o el candidato mejor preparado excluido por una dirigencia política mediocre y mezquina. ¿Cierto?

¿Qué hay más sensible en una elección que alegar fraude?  Ya funcionó el 2000. El fujimorismo ya mordió el polvo. ¿Fuerza Popular tiene planes para enfrentar este escenario u otra vez con las faldas al tobillo?    

Por: Manuel Gago 

 
Manuel Gago
29 de febrero del 2016

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