Fotógrafo de Belaunde muere por huelga médica

Recordando a Esdras Ortiz, reportero gráfico

El Día del Periodista me sorprendió en un hotel rústico y antiguo, en el que los huéspedes debían atravesar la sala del casino y la densa neblina de humo que despedían los cigarrillos que quemaban los apostadores del primer piso. Subí las escaleras y me dirigí a mi cuarto. La cama parecía más triste y solitaria a las doce de la noche. Tendido sobre ella, cerré los ojos y desperté el antiguo recuerdo de mi abuelo Esdras Ortiz, el periodista.

La leyenda sobre aquél reportero gráfico que conocí por las fotografías en las que aparecía junto a sus colegas de viaje por el Perú, fue mi alimento nocturno desde muy pequeño; cuando, luego de cantar sobre la cama, las mujeres de la casa se reunían para hablar de él y mostrarme su colección de cámaras fotográficas. También las fotografías en las que aparecía retratado el ex presidente de la República Juan Velasco Alvarado, con la pierna amputada; o una imagen en blanco y negro en la que se ve al abuelo conversando con Violeta Correa, la ex primera dama de la Nación.

Nunca conocí a mi abuelo. Falleció un mes antes de que la vida me soltara en plaza, lo que fortaleció en mí la idea que tenía sobre un posible caso de resurrección en espíritu, pues años después terminaría siguiendo sus huellas en el periodismo. Fernando Belaunde, en su segundo gobierno, asistió al funeral de aquella mítica figura para toda la familia. El presidente se alejó del ataúd y acercándose al oído de la abuela, quien lloraba desconsolada su segunda viudez, le dijo que le pidiera lo que ella quisiera. Pero el dolor no podía ser sosegado por obra de ningún hombre; solo por Dios, quien se la llevó cuarenta años después. En sus últimos años de vida, la mujer se la pasó contemplando la reproducción de La Mona Lisa que su marido le trajera desde Roma; si no estaba sentada en el sillón empolvado del patio de la casa, hipnotizando a los pollos que deambulaban a su alrededor, desde su trono de espuma tapizado.

Detrás de cada fotografía aparecen mil historias de viajes, de guerras; así como las horas de paciencia y humor, mientras trabajaba en su cuarto oscuro, que siempre confundí con el laboratorio de un alquimista. Su biblioteca fue una de las primeras que heredé. Desde niño pasé largas horas revisando los tomos de enciclopedia, hasta que un día encontré uno que incendió mi alma. Su autor, Manuel González Prada. Las Horas de lucha no tienen freno cuando estás solo y lejos de casa.

Revisé el Twitter en el teléfono: un joven anunciaba su candidatura a la Secretaría General del Partido Aprista. Yo estaba cubierto por el olor a jaboncillo y lejía hervida que me hacía pensar en cuántos amantes habrían empapado con sudor mis sábanas. En la televisión, el conductor repasaba los mismos titulares. Cambié de canal, Marco Aurelio Denegri se masturbaba intelectualmente en el canal del Estado. Aturdido por todo eso, revisé el diario Expreso del 8 de abril de 1984, y leí la misma noticia de hace 32 años:

Fotógrafo de Belaunde muere por huelga médica. La huelga médica enlutó ayer al periodismo con la muerte del reportero gráfico Esdras Ortiz Córdova, quien falleció por falta de atención médica... En un día verdaderamente trágico para el gremio periodístico, ayer fallecieron Olga Jara de Horler y Jacobo Zender.

Aspiré con toda mi fuerza el humo que llegaba desde el Casino hasta mi cuarto. Supuse que era un espíritu, y cerré los ojos.

Arturo Valverde