Eduardo Zapata

Fluye

Fluye
Eduardo Zapata
28 de agosto del 2014

El lenguaje en tiempos de tecnologías de la información

Ya la vieja retórica griega institucionalizó una distinción que consideramos útil revitalizar para los tiempos que corren. Los retóricos distinguieron entre los discursos de re-uso y los discursos de consumo. Mientras los primeros apuntaban a mantener el orden establecido, los segundos se formulaban para atender situaciones-problema inéditas. Para atender, entonces, situaciones de cambio.

Y cuando uno se asoma al vocabulario empleado por los jóvenes de hoy- hijos ya de la palabra electronal- se encuentra con algunas que expresan bastante bien la direccionalidad de los cambios que vienen ocurriendo. Una de esas palabras es “fluye”. Cuya reiteración incesante nos hace ver que para estos jóvenes este presente de indicativo es expresión de tiempos donde- con prescindencia de demarcar un principio y un final- se concibe el discurso de vidas individuales y colectivas como un devenir incesante que transcurre inexorablemente hacia adelante. Que precisamente y por eso, fluye. Como ocurre en el mundo signado por la internet. Como ocurría y ocurre en el mundo de la oralidad, una de cuyas marcas es precisamente el concepto de discursos sin fin, consagrado por el brillante profesor de Harvard Milmam Parry.

Ya en los años sesenta del siglo pasado, cinco notables investigadores- separados en sus campos de investigación y sin tener vínculo entre ellos- coincidieron genialmente en señalar cómo la oralidad y la escribalidad, derivadas respectivamente de las tecnologías de la información de la palabra hablada y de la palabra fonéticamente transcrita, habían configurado individuos, formas interactivas e instituciones. Lógicas de producción de sentido. Marshall Mac Luhan, Claude Lévi Strauss, Jack Goody, Eric Havelock y Ernst Mayr nos previnieron de esto desde las Universidades de Toronto, La Sorbona , Cambridge y Harvard.

El análisis del lenguaje de los jóvenes- y de los signos que en general ellos emplean- nos está confirmando que estamos inmersos ya en un nuevo mundo. Que algunos pretenden aun desdibujar y minimizar utilizando la engañosa expresión literariedad digital. Simple proyección de lo anterior, por tanto. Cuando se trata de un mundo donde el código sabe de la concurrencia de sonidos, imágenes y palabras y donde las letras devienen en íconos. El mundo de la electronalidad, entonces.

Los jóvenes de hoy andan previando. Otra palabra que han incorporado a su vocabulario con recurrencia. Viviendo un presente inmediato que se anticipa a un futuro incierto pero inevitable. Gerundio muy interesante que reafirma la idea de que la vida empieza nuevamente a fluir y no se encuentra ya encerrada en las tapas y contratapas de los libros.

Los países con fuertes tradiciones orales se insertan con mucha facilidad en el mundo de las nuevas tecnologías. La oralidad se articula con ventaja con la electronalidad. Allí están la India, la China, el Japón…¿Y el Perú? Poco hemos reparado en que una vez que el mundo electronal habitó entre nosotros, una nueva clase media encontró con rapidez nuevos caminos para su configuración. Sin el peso discriminador que la palabra escrita sacralizada reducía a las mayorías a simples consumidores de palabras o bienes ajenos, los viejos prosumidores – productores y consumidores- de la oralidad se sintieron cómodos con el nuevo prosumo propiciado por internet. Y la vida empezó a fluir y los nuevos proyectos de vidas personales y colectivos se consolidaron material y simbólicamente y exigen ahora del mundo oficial discursos de consumo y no simples discursos de re-uso.

Por Eduardo Zapata

Eduardo Zapata
28 de agosto del 2014

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