Fausto en Washington

A propósito del posible pacto nuclear que se cocina entre Estados Unidos e Irán 

Decía Churchill, en la víspera de la invasión nazi a Rusia, que si Hitler invadiese el infierno, al menos haría una referencia favorable al diablo en la Cámara de los Comunes. 

Llegado el momento hizo mucho más; la alianza soviética fue total desde que comenzó la invasión. Pero nunca olvidó la perversidad de su aliado. Entendió que sólo una alianza con EE.UU. y la URSS doblegaría a Hitler, liberando a los pueblos que había esclavizado; comprendiendo que muchos de estos acabarían sometidos al yugo ruso. 

Setenta años después nuevos pactos se cocinan en Washington. Alterarían radicalmente la política exterior americana. Hoy nos ocupamos de Irán. 

Irán, país líder de los chiitas, esta en el centro de la guerra civil islámica que trastorna al mundo. Los chiitas son el 10% de los musulmanes pero tienen en Irán a un poderoso patrón cuyas ambiciones son tan vastas como es larga su milenaria historia. Su gobierno es clerical. Los civiles, meros subordinados. 

Apocalípticos y asesinos como el Estado Islámico, son menos inmediatistas y quizá más peligrosos. Un arsenal nuclear potenciaría sus ambiciones, dándoles la lógica y alcance que hoy carecen. Añoran revivir épocas en que hordas persas sometían al mundo conocido. Como potencia que aspira a derribar el orden establecido (creyentes en un inminente apocalipsis chiita además) no temen destruir al planeta en la ruta de sus aspiraciones. 

Hasta hace un año, Irán, era una amenaza contenida. Su economía arruinada por sanciones económicas e Israel, presto, en cualquier momento, a hacer el trabajo sucio, con la silente complicidad saudita y americana. A 

Obama sin embargo, lo ilusionan los Ayatolas. Piensa que lo ayudarán a derrotar al Estado Islámico, olvidando el ancestral odio de chiitas con sunitas y la mortal enemistad de Irán con todos sus vecinos árabes. 

Si las filtraciones son ciertas, Obama ofrecería dejarlos en el umbral de la capacidad militar nuclear (doce meses) eliminándose cualquier restricción en quince años, cuando una nueva generación, presumiblemente afín a Occidente, herede el poder. Se levantarían todas las sanciones y Teherán se convertiría en la capital favorita de Washington para apaciguar el desorden del Medio Oriente. Sólo les piden postergar - o fingir postergar - sus ambiciones. 

Para el premier israelí Netanyahu la supervivencia de su país está en juego. Es política oficial iraní exterminar Israel. El plazo de un año da pocas seguridades, en parte porque nadie cree que Obama o un sucesor demócrata emplearía la fuerza para impedirlo. 

También dice que el plazo de un año es fácil de burlar presentando el hecho consumado de un hongo nuclear en Haifa o Tel-Aviv. Además que es iluso esperanzarse con los posibles buenos sentimientos de los Ayatolas que manden dentro de diez años.

El pacto faustiano de Churchill lo forzaron las circunstancias. Un pacto con Irán no sirve ningún propósito común. Colocaría a Israel y los países del golfo a la merced de un poder nuclear persa. 

Resulta peculiar la idea que israelitas, sauditas, turcos y egipcios se quedarán tranquilos. Unos comprarán de Pakistán su propio arsenal atómico, potenciando los riesgos de una guerra y destruyendo el sistema de no proliferación nuclear. 

Los israelÍes, poco dispuestos a esperar el inicio de un nuevo holocausto, podrían precipitar los acontecimientos. E, ironía de ironías, el pacto iraní que el premio Nobel aprendiz de Fausto persigue, podría gatillar la peor de las guerras ocurridas hasta ahora.   

Por: Víctor Andrés Belaúnde Gutiérrez
04 - Mar - 2015