Manuel Bernales Alvarado

Factores divisivos y cohesivos

En el Perú existe una nula valoración de la política

Factores divisivos y cohesivos
Manuel Bernales Alvarado
16 de octubre del 2018

 

Las portadas de diarios nacionales y departamentales son leídas por muchas personas, que las ven en los quioscos y las interiorizan. Junto con los programas de radio y TV típicos, son la comidilla del día, “la calle” elevada a opinión pública. Las primeras planas limeñas o nacionales (sinonimia que dice mucho del sentir y saber a escala nacional) son: políticas 11, económicas 2, municipales 2, internacional 1, futboleras 5, faranduleras 3, policial 1. Las regionales son: 15 policiales y de inseguridad ambiental, 7 políticas, 1 combinada.

Una primera evidencia es el divorcio entre Lima Metropolitana y la conurbada Provincia Constitucional de El Callao. La segunda es el predominio nacional de lo policial, farandulero y futbolero. La tercera es la casi ausencia de llamadas a editoriales o artículos sustantivos en páginas interiores, que expresen alguna opinión fundada. La cuarta es el creciente predominio de un español con reducido número de términos y expresiones, lo que se acentúa cada vez más con la radio, TV y redes sociales. Es el itinerario marcado desde la aparición del diario Última Hora (1950): casi 70 años de variar el idioma y diversificar el habla peruano del español, no siempre con mejor decir y significar.

Resulta comprensible que los resultados de las últimas elecciones muestren una débil o nula valoración de la política, como búsqueda del Bien Común. Esa búsqueda es sustituida por la guerra o lucha implacable para mantener o acrecentar el poder; y también el prestigio social, casi exclusivamente material, consumista y no sujeto a las reglas ciudadanas o morales que se reclaman válidas (aunque sea de boca para afuera).

Hay centenares de distritos con más ausentes, votos nulos y en blanco que votos por un ganador. Esto puede ser antesala de conflictos para vacar a los ungidos por la ley, incluido el azar de cara o sello, aunque tengan mayoría de regidores. Habrá segunda vuelta en 16 circunscripciones departamentales. En el gran sur-oriente, incluso en el norte y centro, se ratificarán liderazgos llamados “antisistema”, contra el capitalismo basado en industrias mineras y extractivas, con las cuales conviven y negocian hace décadas (no solamente las paralizan o postergan). El partido liderado por la familia Acuña es el que más ha acumulado en candidaturas y ganadores. Es un partido nacional y es lógico que APP aspire a un protagonismo vencedor al 2021, o una ventajosa alianza victoriosa.

En cinco departamentos totalmente amazónicos, y hasta 11 con importantes distritos en la Amazonía, comprendido todo el arco fronterizo —Puno, Madre de Dios, Ucayali, Loreto, Amazonas y Piura— se van imponiendo actores y tendencias que mezclan el tradicionalismo lugareño, la religiosidad cristiana, ilegalidades, informalidades y ausencia de servicios públicos (que ayudarían a la integración nacional, aunque no social).

El escaso avance político de paradigmas de igualdad entre varones y mujeres y de superación del machismo, aun en Lima y El Callao, es algo innegable. Las izquierdas no unidas han ganado en Puno, Junín y Moquegua; tienen posturas parcialmente compatibles, más aún si se analiza la dimensión estratégica nacional y el entorno internacional. La resurrección de Acción Popular merece análisis separado —tanto para Lima Metropolitana como para otras circunscripciones, incluidos sus diferentes líderes ante la descollante victoria del alcalde de Lima, con una votación no obtenida antes por los fundadores de AP.

La política antifujimorista y antiaprista, en términos de guerra total, ha sepultado electoralmente a FP y al PAP Y FP. Les auguran peores resultados su conducta y errores: hipotecarse a demandas del ex dictador y sus hijos, exhibir partidarios o aliados impresentables, lograr decisiones cuestionables o presentadas como antitéticas de la libertad en la democracia —como la llamada Ley Mulder, que fue factor precipitante del enfrentamiento—, amén de mantener o ganar control en otros poderes del Estado y autoridades constitucionales. Curiosamente, un grupo importante de ONG mexicanas han propuesto que el nuevo Gobierno de izquierda no gaste en propaganda como es costumbre… también aquí. Todo lo que hagan o dejen de hacer fujimoristas y apristas, peor si apañan o encubren, será visto como pernicioso para el Perú.

Las iniciativas, medidas y decisiones inmediatas del bloque Poder Ejecutivo, prensa grande, redes dominantes y conglomerado empresarial seguirán in crescendo, porque en la lógica o sentido de una guerra se trataría de reducir o eliminar al enemigo; incluso dejando de lado la Constitución y las leyes internacionales vigentes. Buena parte de “la calle” y líderes de opinión claman por esto. Sun Tzu, en El arte de la guerra, enseñó que la mejor victoria es la que se logra sin combatir. El arte y virtud del bloque ganador sería terminar de derrotar al desmejorado bloque adversario sin vulnerar la Constitución con la cual se ha dado una sucesión constitucional y más de 160 decretos legislativos (en base a delegación de facultades otorgadas por la mayoría parlamentaria o por unanimidad).

Los factores más divisivos que cohesivos internos del país pueden, de hecho, actuar en favor de una victoria “dentro del régimen”. Pero aunque la “opinión nacional” respalde o urja desbordar o aplanar la ley —en lo relativo al Congreso, Fiscalía o Poder Judicial— no habría seguridad de controlar los factores del entorno internacional: hasta las ONG anti Maduro han adelantado su parecer constitucionalista, coincidente con el de los estados que enarbolan la Declaración de Lima.

La constitucionalidad ha servido tanto para el crecimiento económico, las mega inversiones y extensión de bienes y servicios, como para difundir viejas ideas y creencias. También megatendencias de actores de la llamada “sociedad civil”, que son políticos aunque no partidarios, aunque no pocos se comportan como partidos domésticos o internacionales (intermésticos).

Las “vigencias culturales populares”, nuestra cultura política popular nacional, estarían más cerca de cualquier ganancia rápida; de ahí el avance que tuvieron los fujimontesinistas y grupos religiosos no católicos contemporáneos. Estas son ideas, creencias y actitudes también cultivadas por la prensa nacional y departamental, en diversos medios y combinaciones. Están lejos de una cultura constitucional de paz y un humanismo popular peruano no confesional ni fundamentalista.

 

Manuel Bernales Alvarado
16 de octubre del 2018

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