Hugo Neira

¿Existe Papá Noel? Un dilema navideño

¿Existe Papá Noel? Un dilema navideño
Hugo Neira
02 de enero del 2017

Los niños son más lúcidos de lo que imaginamos

En un taxi escucho de casualidad, en una radio limeña, la respuesta de una madre o acaso abuela. “Yo les digo que Papá Noel no existe”. Y entonces pensé en esta crónica. Podemos suponer las buenas razones del adulto ante la pregunta. Decirles la verdad. En nuestro contorno cotidiano, hay una tira de falsedades. Hablando de Acuña, un colega, Juan de la Puente, ante sus plagios y títulos postizos, los toma como una mentira más “en un mar de zapatillas y prendas de vestir con marcas falsificadas, medicinas adulteradas, cobros disfrazados y adulteración de facturas”. Hoy, sin duda, ante la corrupción de Odebrecht, la verdad por horrenda que sea. ¿Pero ante un niño? ¿A qué edad se distingue lo real de lo ficticio? Estamos hablando de la formación del cerebro humano desde que se viene al mundo. Y disculpe el lector por el rollo que sigue. El tema no es nada simple.

Después de Piaget y hasta los años noventa, fue de uso creer que los niños habitaban un territorio mental bizarro, enfrentando sonidos y visiones de un mundo de cosas y gente que aparecían y desaparecían. Era el tema de Piaget, “la permanencia del objeto”. Apenas nacidos, cosas y parientes, desconcertantemente, se movían por sí solos. Por eso cuando desaparecen, sobre todo las madres, los críos lloran. Pero sobre lo ficcional infantil hay novedades. Lo que voy sumariamente a presentar se asienta en un campo reciente del conocimiento, las ciencias cognitivas. Son tan importantes como la genética. Los ejemplos que siguen provienen de un número excepcional de una revista francesa sobre el mundo mental de los infantes (Sciences Humaines, 2015).

Los niños no son tan crédulos como lo habíamos pensado. Investigadores como Elisabeth Spelke y Rochel Gelman, preguntando a niños de tres y cuatro años, comprueban que saben que un guijarro no se mueve solo y que un perro en un film de Disney no es el mismo que el perro de casa. Logran, muy tempranamente, hacer la diferencia entre un ser real y un personaje fictivo. Más tarde, cuando lean comics, sabrán que Batman o el Hombre Araña son personajes reales “en el mundo ficcional”. Aunque en algunos casos no falta alguno que se pone la capa de Superman y se lanza desde un edificio de diez pisos. Sucedió en Madrid. Tienen, pues, su héroes. ¿Por qué? ¡Porque ellos también quieren serlo!

Volviendo a Papá Noel, es difícil que los niños desde los cinco años crean a pie firme “que un señor mayor de barba blanca baje de los cielos en un trineo jalado por renos”. Desde los tres años ya saben que los autos no vuelan. En la revista citada, se dice que con flexibilidad que ignoran a menudo los adultos, eso puede existir “en otra parte”. Y no olvidan que “Santa Claus viene de lejos”. Entonces, en el mundo mental de los niños, temen y se divierten con hadas y duendes, con brujas y ogros, aprendiendo que el mal existe. Y saben que Peter Pan, que nunca deja de ser niño, es la representación de la libertad. Y así hasta ET, el simpático extraterrestre con voz de vieja, que no sueña sino con volver a casa. A su planeta. En todo caso, los niños saben que un soldado de plomo no es de verdad. En suma, “los niños son mucho más listos de lo que imaginamos, y los adultos menos lúcidos de lo que nos creemos” (Dortier).

Acabemos el rollo con una buena noticia. Los niños, que no son ni los angelitos que pensábamos antaño, ni tampoco “perversos polimorfos”. Ni mucho ni poco, resulta que tienen “reglas morales”. ¡Antes de la escuela infantil! Las ha estudiado Lawrence Kholberg. “Piensan que si alguien ha hecho algo malo, debe ser castigado”. Y además existe una tendencia a ayudar al prójimo, siempre instintivamente, entre los diez y los catorce años. Así, las emociones morales fundamentales existen en todas las culturas. ¡Hay altruismos!

Pero como todo lo politizamos, hay que atender a dos aproximaciones (que expongo sin compartirlas). La primera, el legendario monje, San Nicolás, se ha vuelto un cómplice del consumismo de nuestros días. Un sirviente, un payaso. Pero cabe advertir que Papá Noel no vende ni compra. ¡Hace regalos! Lo que el economicismo no puede entender si lo comprenden los antropólogos. La práctica del don. Eso es innato en la especie humana, como lo muestran las excavaciones del paleolítico. Junto a las puntas de lanza, conchas hilvanadas como joyas, cosas no utilitarias. Los rituales religiosos estuvieron desde los inicios. La segunda idea anti Papá Noel es que lo abstracto no sirve para nada. Lo siento, niños y adultos necesitamos lo simbólico. Para pasar del estado psicomotor al desarrollo de conceptos abstractos. Sin los cuales no hay saber alguno. Pensar es significar algo, como en la imagen que traza un cavernícola y que acompaña esta crónica.

En resumidas cuentas, cuando un niño pregunta si existe, eso ya lo sabe (¡!). Lo que quiere saber es qué piensa el adulto. El sujeto del test es Usted. No Santa Claus. El dilema es suyo. Y la respuesta más conveniente es acaso responder con otra pregunta. Por ejemplo, ¿y tú qué piensas? Hágala, y se llevará una buena sorpresa.

Por Hugo Neira

Hugo Neira
02 de enero del 2017

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