Exigimos reconciliación política

Desinteligencia entre los poderes públicos frena el crecimiento

Por J. Eduardo Ponce Vivanco

Es claro que la pugnacidad de la campaña electoral aún está fresca para quienes compitieron en la segunda vuelta. La beligerancia de la contienda invadió el ámbito personal con las frases ofensivas y desafortunadas típicas de esos duelos. Son los rigores lamentables de la política que luego pesan sobre la gestión del triunfador, con graves consecuencias para el país. “Son usos de la guerra vencer y ser vencidos”, dicen. Pero lo que no pueden olvidar los contendores es que uno de los principales propósitos de la política es no hacer la guerra, sino entenderse para gobernar.

El ejercicio político exige realismo; máxime si la norma electoral dispone la conformación del Congreso con el voto de primera vuelta, dejando la cancha marcada por cinco años. La magnitud de la mayoría parlamentaria elegida en abril pasado determinó reacciones emocionales que se aglutinaron alrededor de banderas contra el fujimorismo del disciplinado partido organizado por su lideresa, abandonando la singular práctica de formar movimientos ad hoc para cada elección. Su expresión más visible fue el movimiento juvenil y variopinto “No a K” que encabeza manifestaciones vigorosamente fomentadas por la izquierda. Es la fuerza callejera de un amplio conglomerado cuyo común denominador es el sentimiento negativo contra Fuerza Popular. Una coalición basada en el “anti”.

En las amenazantes condiciones de este escenario, la gran expectativa que generó la elección del presidente Kuczynski se está evaporando con inusitada rapidez. Entretanto, la actitud inicialmente positiva del fujimorismo parlamentario se ve progresivamente diluida por la impresión de que su verdadera estrategia es confrontar y obstruir a través de una fiscalización que magnifica la responsabilidad del gobierno por hechos de corrupción cometidos por funcionarios de segundo rango.

Sin embargo, ninguno de los dos líderes parece percibir el grave predicamento nacional que comporta esta inexplicable tendencia al enfrentamiento entre dos fuerzas que destacan por sus coincidencias programáticas. La desinteligencia política entre los poderes públicos que nos gobiernan está frenando el crecimiento económico que podría beneficiar a un país con la solidez macroeconómica del Perú.

Hay un clamor generalizado que reclama la reforma electoral y el fortalecimiento de los partidos, pero todos los actores concurren en impedirla o dificultarla. Un claro ejemplo de esta inmadura contradicción es la antidemocrática descalificación del fujimorismo como una opción políticamente incorrecta. ¿Es posible reformar y revitalizar a los partidos políticos desconociendo que Fuerza Popular es el más fuerte y organizado de ellos? ¿Puede haber estabilidad en un país fomentando su división en un frente de todos contra uno, en el que no faltan quienes denuncian al presidente cuando tiende puentes a la mayoría parlamentaria?

El principal de esos puentes, el que todavía funciona entre el premier Zavala y la presidenta del Congreso, se ha desgastado por la interpelación/censura contra el ministro Saavedra. Una operación de ajuste de cuentas que se siente como una advertencia de Fuerza Popular a un presidente que no encuentra una base de poder eficiente para asegurar equilibrio y gobernabilidad.

El resentimiento político que está en la raíz de esta crisis exige que nuestros principales líderes se reconcilien y honren el espíritu que alumbra la Navidad. Los que se ofendieron como acérrimos oponentes deben comprender que el perdón es un acto de reciprocidad, porque hay tanta nobleza en pedirlo como en darlo.