Martin Santivañez

Estudiar, una obligación grave

Estudiar, una obligación grave
Martin Santivañez
14 de noviembre del 2014

La universidad es una comunidad en la que solo debe profesar el mejor          

Uno de los vicios más recurrentes del Perú es la inclinación de los peruanos por el “todismo”, esto es, la afición por hacerlo todo y no saber decir “NO”. El todismo tiene una penetración especial en el mundo académico donde ha sido inoculado a los alumnos que han desarrollado una propensión a intentar abarcarlo todo cualquiera que sea su profesión. La academia distingue claramente entre el “todismo” y la visión sintética, propia de toda persona formada de manera integral. El “todismo” es siempre superficial porque en su afán expansionista es incapaz de consolidar una postura y termina, como suele suceder en el Perú, obnubilado por la moda, pervertido por la coyuntura o aletargado en la más fútil contemplación.

La educación peruana, sin abandonar una perspectiva sintética defensora de un humanismo integral, debe rechazar el afán superficial que nos condena a la mediocridad. Nuestros estudiantes tienen el derecho, pero también el deber, de ser formados de manera profunda, especializada, por docentes cualificados, que transmitan un conocimiento plenamente homologado con las grandes tendencias de la ciencia global. Para eso, es preciso combatir el veneno sutil del “todismo” que amenaza a la academia. Los estudiantes peruanos tienen que iniciar el camino universitario conscientes de una realidad: la universidad es una comunidad en la que solo debe profesar el mejor, el más apto, el más capaz, la mujer y el hombre que están llamados a gobernar el país.

A la masificación de las universidades se suma otro problema grave: la pobreza de la educación primaria y secundaria del país. Me atrevo a sostener que parte de nuestra debacle en los informes internacionales tiene que ver con esta propensión tan nuestra a querer abarcarlo todo sin profundizar. Basta con revisar los planes curriculares de la mayor parte de las universidades peruanas dónde brilla en todo su esplendor el voluntarismo barroco, la necesidad de la novedad por la novedad, la ausencia de estrategia a largo plazo, la incapacidad para la innovación ligada a la realidad peruana. Ha triunfado el anatopismo más pernicioso, y se ha instalado entre nosotros la inversión de la academia, el antónimo de toda educación competitiva: la superficialidad que se refugia en la ficción del procedimentalismo.

Urge recuperar para los estudiantes y profesores el puñado de principios fundacionales de todo esfuerzo universitario. Urge formar profesores que se comprometan con los alumnos comprometiéndose primero con su propia formación. La formación de calidad se traduce en la investigación, en la adecuación de las doctrinas internacionales al Perú, en la orientación peruanista de los estudios nacionales. Esta premisa no ha cambiado ni cambiará jamás. Solo forjando esta nueva generación de académicos con la ayuda de los auténticos maestros de siempre, seremos capaces de convencer a los alumnos más dotados que la verdadera vida universitaria más que un derecho inalienable es un camino de servidumbre especializada que responde al viejo nombre de virtud.

Por Martín Santiváñez Vivanco

14 - nov - 2014

Martin Santivañez
14 de noviembre del 2014

NOTICIAS RELACIONADAS >

¿Quién quiere destruir la Constitución de 1993?

Columnas

¿Quién quiere destruir la Constitución de 1993?

Detrás de toda construcción política existe una i...

26 de septiembre
Un cinco de abril jacobino

Columnas

Un cinco de abril jacobino

  La interrupción de un proceso democrático tiene ...

11 de septiembre
Autocracia o República

Columnas

Autocracia o República

  El imperio de la ley es la característica fundamental d...

04 de septiembre

COMENTARIOS