Raúl Mendoza Cánepa

Estrategias

Estrategias
Raúl Mendoza Cánepa
08 de agosto del 2016

Recuperar la política como estrategia y arte de tener razón

Pedro Pablo Kuczynski  empieza con más del 70% de aprobación. No es para cantar victoria porque es una aprobación de nada, no existe gestión que la ciudadanía pueda evaluar: media solo un discurso general y algunos gestos para la tribuna. Por tanto, la expectativa en el Perú tiene siempre el beneficio del aplauso antes de la obra. Al inicio de sus respectivos períodos, el segundo gobierno de Alan García tenía 71.8%, el de Alejandro Toledo 59% y el de Ollanta Humala poco menos de 60%, pese a los temores de sus antecedentes radicales.

Sin embargo, no importa el desempeño; cada gobernante decrece en su aprobación progresivamente para despedirse con aires de impopularidad. Alan García se fue con indicadores sociales en azul y con un auge económico que superó todas las expectativas de su gobierno, pero en el camino perdió 40% de la aprobación inicial. La lógica por efectividad en la gestión debió ser inversa; pero el baguazo, los petroaudios y otros asuntos que no supo manejar generaron corrientes adversas. La habilidad del gobernante como comunicador le sirvió de poco para detener la caída. Poco importaba si los índices de pobreza se revertían o si el Perú emergía en América Latina como una economía sólida.

A Toledo lo afectaron escándalos de no menor dimensión (Almeyda fue uno de los más gravitantes) y el desborde de los conflictos sociales. Ilave fue el más destacado y el más impactante fue el arequipazo, sin perjuicio de una imagen que se desgastaba por sí sola.

El gobierno de Humala fue gris en resultados, pero estuvo signado por el protagonismo de la primera dama y los ulteriores escándalos. No es casual que Nadine Heredia tuviera un auspicioso inicio en el 2011, y de “presidenciable” pasara a tener solo cuentas pendientes al final del período, además de una rala popularidad.

El sello distintivo de todas las crisis que afectaron la imagen presidencial fue el pésimo manejo de ellas. En algunos casos la debilidad, el desacierto o la duda. En otros el empecinamiento, pero siempre los gobiernos terminaban dando señas de haber perdido la batalla.

Ahora mismo, el presidente Kuczynski se fue de boca advirtiendo entre irónico y serio que se jalaría algunos alfiles parlamentarios del fujimorismo. Gran error, corregido por los rápidos reflejos de Fernando Zavala. De tal magnitud fue el dislate que se barajó la posibilidad de nombrar a un portavoz. Ocurre que algunos errores de comunicación le pueden ser perdonados al presidente en su luna de miel; pero el segundo año es uno de reacciones y demandas, uno en el que saber comunicar debe ir de la mano con la habilidad para tomar decisiones políticas. Es precisamente el segundo año cuando la aprobación de los gobernantes decae, un proceso que se acelera con las crisis sucesivas que todo gobierno debe afrontar.

La opción de fortalecer la presencia del jefe de Gabinete y de nombrar a un secretario de prensa con elocuencia para sortear los obstáculos de los críticos más duros debiera ser una de las prioridades en esta primera etapa. Lo otro es no confiar todo el terreno a los técnicos; menos aún a los políticos confrontacionales, que embrollan más que juntan. Lo que un buen gobierno necesita es una excelente diplomacia política, gestión de conflictos a todo nivel y manejo calificado de crisis.

Cuánta falta hacen en todos los bandos asesores políticos interdisciplinarios y equipos de manejo de situaciones. Especialistas en negociación, cálculo, desplazamiento, toma de decisiones, argumentación y prospectiva. La política en su sentido puro no se puede improvisar. Los asesores en manejo de situaciones sugieren gestos políticos, estudian su impacto y dominan el timing; se anticipan a los escenarios, aconsejan cuándo alejarse de la tormenta o asumir el perfil bajo para no quemarse junto al adversario o el aliado.

Suele ocurrir que un buen gobierno en cuanto a logro de resultados termine desaprobado. Pero, observen bien, la desaprobación nunca atañe a la gestión per se; es, en esencia, una desaprobación política. Los errores políticos por falta de perspectiva y estudio generan problemas, y muchos de ellos por pequeños detalles; pero esos pequeños detalles tienen un gran impacto y generan un enorme daño. Quizás sea el momento de recuperar la política como estrategia y como el arte de tener razón.

Raúl Mendoza Cánepa

 
Raúl Mendoza Cánepa
08 de agosto del 2016

NOTICIAS RELACIONADAS >

Museo de historia natural

Columnas

Museo de historia natural

El Perú se ha convertido en un museo de historia natural. La ge...

15 de abril
¡Harto!

Columnas

¡Harto!

Estoy harto de una clase política que, desde el Gobierno y el C...

08 de abril
El Perú es una apuesta

Columnas

El Perú es una apuesta

Es curioso. Salen los suplentes al estadio, le toca a Oliver Sonne y l...

01 de abril

COMENTARIOS