Carlos Hamann

Estamos perdiendo la Paz

Estamos perdiendo la Paz
Carlos Hamann
04 de marzo del 2015

Reflexiones para entender los constantes conflictos sociales que afectan a nuestro país                        

Cuando en 1959 el entonces candidato Fernando Belaunde propuso “la conquista del Perú por los peruanos”, lo que hizo fue invitarnos a conocer nuestra geografía y nuestras tradiciones, a conocernos entre peruanos para juntos encontrar las respuestas a los grandes dilemas nacionales, hoy plenamente vigentes.

Por razones respecto de las cuáles podremos profundizar en otra oportunidad, tal conquista no fue posible sino hasta que nuestro país fue pacificado en la última década del siglo pasado. Las mejoras de infraestructura vial y la reducción de los costos del transporte de mercancías y personas, la mayor presencia del Estado, los adelantos tecnológicos, el espíritu emprendedor de peruanos de toda condición, así como también una población demográficamente joven, permitieron que en los veinte años que han transcurrido desde entonces, los peruanos nos comunicáramos y nos conociéramos más. De este hablar y conocernos entre peruanos, crecen el respeto mutuo y la confianza social, instituciones intangibles, frágiles en sus inicios, que constituyen la base del crecimiento.

Así, desde entonces, nuestro crecimiento como destino de turistas e inversiones -aún cuando no ajeno a los vaivenes de la economía global- ha sido merecedor de admiración y reconocimiento. Y es que nuestro Perú tiene una geografía generosa y un rico suelo, que se manifiestan tanto en una diversidad, en apariencia inagotable, de flora y fauna, como en un potencial minero-energético que no alcanzamos a entender en su dimensión de palanca para el mejoramiento de nuestras condiciones de vida.

Nos sentimos orgullos de nuestra cocina, de nuestra quinua y nuestros espárragos, de nuestras incontables variedades de papa y de la recién redescubierta calidad de nuestro cacao, como también de haber recuperado nuestro sitial entre los primeros productores de plata, cobre y harina de pescado, por mencionar solo algunas de las muchas cosas que hoy nos hacen sentir orgullosos.

Y, sin embargo, compartimos la sensación de que algo no anda bien; seguimos creciendo, pero cada vez más lento, casi por inercia, con un esfuerzo que nos desgasta antes que renueva, dejándonos más cansados para dar el siguiente paso. Los expertos nos indican que la economía se ha desacelerado y, si uno pregunta un poco más, la caída de la demanda internacional de productos primarios (metales y agricultura) y la alta conflictividad social destacan entre otras varias razones.

Sobre lo último, tomo como referencia los eventos recientes de violencia en la Selva Central (que no revelan un trasfondo muy distinto de aquellos ocurridos antes en Cajamarca, Loreto o Madre de Dios). Es una tierra generosa, de gente hospitalaria y emprendedora, con infinidad de parajes y potajes de los cuales maravillarnos. Un lugar que todos debemos visitar y del que yo he disfrutado en los últimas dos décadas; un territorio que, sin embargo, hoy estamos perdiendo por nuestra incapacidad de mirarnos a los ojos entre peruanos y relacionarnos en un plano horizontal, de respeto mutuo. Es muy difícil evitar el conflicto y más construir una identidad nacional cuando una de las partes tiene certeza que no se le escucha y la otra está convencida que su interlocutor no entiende.

Por Carlos Hamann

04 - Mar - 2015

 

Carlos Hamann
04 de marzo del 2015

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