Eduardo Zapata

Esopo y la fabulación de un mundo universitario

Esopo y la fabulación de un mundo universitario
Eduardo Zapata
29 de octubre del 2015

Reflexiones sobre la universidad como generadora de conocimiento

Si adherimos al concepto clásico e integral de Universidad, debemos decir explícitamente que en nuestro país el recurso humano llamado Profesor no alcanza para constituir cuatro o cinco instituciones merecedoras de ese título. Si somos concesivos y entendemos y fabulamos, podríamos admitir que entendida la Universidad como fábrica de profesionales y técnicos eficientes, tal vez llegaríamos a diez.

Porque la Universidad –desde sus orígenes, allá en el siglo XII- fue el epítome o punto más alto de la cultura escribal.

Profesores y estudiantes vivían en torno a la cultura de la palabra escrita y estaban preparados no solo para interpelar cada texto –o posteriormente libro- y a partir de ello producir conocimiento.

Ello suponía profesores que no se restringían a dictar clases sobre la base única de textos producidos por terceros. Sino maestros entregados a la docencia de aquello que constituía la investigación propia. E igual ocurría con los estudiantes, cuyo trabajo consistía en interpelar en profundidad cada uno de esos textos en aras de esa producción del conocimiento. Rasgo pertinente de una auténtica Universidad.

No eran, pues, los Grados de los Maestros o Doctores lo importante. Como tampoco lo era contar con estudiantes apresurados por un título o Grado excluyente del auténtico saber. Unos y otros –maestros y alumnos- se embarcaban en la aventura de la producción del conocimiento. Porque unos lo habían ya producido y lo seguían produciendo y otros –los alumnos- tenían en su ADN la curiosidad intelectual y la debida formación de base para el hallazgo académico.

No estamos hablando, pues, de requisitos formales provenientes de una ley universitaria. No hablamos de papers producidos ex profeso para acreditaciones. Tampoco de revistas indexadas que privilegian modas y metodologías. Se trataba de alumnos y profesores producto de una cultura –aquella escribal- y de mentes cuya recompensa no era el simple título o licencia profesional. Lo era el conocimiento.

Eran tiempos donde profesores y alumnos compartían espacios estimulantes para la conversación y el diálogo. Donde el profesor por horas era inexistente.

Donde se vivía la Universidad. Y aún –doloroso es comprobar hoy su evanescencia- se vivía la profundidad de la palabra escrita.

Entre nosotros la fabulación de Universidad ha llevado a la mediocridad del pensamiento único, de la receta, del guión y del power point. Ha usurpado el conocimiento. Hoy la mayoría de profesores son transeúntes por horas en las universidades. Hoy esos profesores se ven obligados a preparar papers para revistas indexadas en aras de acreditaciones formales.

Hace largo tiempo quedaron atrás las lecturas fundacionales en las disciplinas y fueron reemplazadas por las “recetas” de modas que carecen de sentido y basamento sin las primeras. Las separatas hace buen tiempo reemplazaron a los textos. Y muchos de los profesores son simples re-citadores de textos producidos por sus profesores anteriores o por el texto de “vanguardia”.

Las fábulas de Esopo tenían un valor poético y ejemplarizador. La fábula Universidad entre nosotros tiene más de prosaica y poco de ejemplarizadora. Una ley universitaria formulada aún en el terreno de esta fábula requiere ser cambiada cuando vuelva la sensatez –si vuelve- a los manejos públicos. Porque no hay ley universitaria valedera desvinculada de la reforma de la educación en su conjunto.

Por: Eduardo E. Zapata Saldaña

Eduardo Zapata
29 de octubre del 2015

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