Daniel Córdova

¿Es ineludible el discurso populista?

¿Es ineludible el discurso populista?
Daniel Córdova
06 de enero del 2016

Sobre la proliferación de ofertas populistas en la campaña electoral

Una vez más en nuestra historia el debate político se caracteriza por discursos que buscan alejarse del liberalismo. En particular, la mayoría de los candidatos sostiene que de llegar al poder va a implementar medidas de corte populista. No es para menos. De lo que se trataría es de ganar las elecciones y para ello el asesor estándar suele proponer discurso populista, que se equipara a lo popular. Un discurso que nos haga creer que el Estado en manos de nuestro candidato nos va a solucionar todos los problemas gratis.

Una primera característica de este discurso popular (o populista) es su carácter anti-empresarial. En él se distingue el empresario (grande) del emprendedor (chico). El empresario, osea el relacionado con la Confiep, es percibido con desconfianza. Ergo el candidato se debe alejar de él. En el caso de Verónika Mendoza este discurso se ofrece con convicción: es socialista, aborrece la empresa, considera que la distribución del ingreso es más importante que la creación de riqueza. En el caso de los candidatos de derecha, se trata de un distanciamiento para el público. Salvo algunos populistas de derecha que consideran que aún prevalece en el Perú el mercantilismo enquistado en el Estado.

El caso de la pequeña empresa y el emprendedor es distinto. Por algo Acuña enarbola su origen humilde y su perfil de provinciano, el hecho de ser un emprendedor (ojo no empresario) exitoso habiendo salido de abajo. Fórmula mágica que es probable lo haga pasar a la segunda vuelta con Keiko. En ese contexto, los “candidatos de los ricos” van a ser Alan y PPK, ambos haciendo malabares para mostrarse cercanos a la izquierda en este tema.

El problema es que para que el capitalismo se desarrolle aquí o en la China, no hay otro camino que el desarrollo empresarial competitivo. Y este, por múltiples razones económicas, requiere de escala y por ende de grandes empresas. No hay pues correlación entre el discurso que se adapta al imaginario popular de nuestro país y las necesidades de mayores ingresos que requerimos para avanzar hacia el desarrollo.

Lo mismo sucede con el intervencionismo rampante. Es sabido que la remuneración mínima vital, de la que goza una minoría de empleados formales, es un desincentivo para que este tipo de empleo en planilla aumente. Sin embargo, todos los candidatos, desde PPK hasta Veronika, proponen incrementarlo. Lo mismo sucede con la reducción o eliminación de impuestos para las Pymes o la propuesta de grandes fondos para subsidiarlas. O con las obras faraónicas de gran impacto, como el famoso tren bala de la costa.

El problema es que, al llegar a la administración, el candidato ganador se topará la realidad: la ley de Prudencia y Transparencia Fiscal y, sobretodo, la baja capacidad de funcionarios eternos para sacar adelante incluso los proyectos que pueden tener sentido. Vendrán entonces la frustración y la reiterada caída de popularidad del gobierno. Porque todos los Presidentes posteriores a Fujimori han terminado su mandato con índices de aprobación bajísimos.

Es entonces momento de preguntarse ¿Es ineludible el discurso populista? ¿No será que podemos sostener un discurso positivo para el desarrollo y factible de ser llevado a la práctica sin generar inflación y mermas a la competitividad? Los candidatos tienen la respuesta.

Por: Daniel Córdova

Daniel Córdova
06 de enero del 2016

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