Neptalí Carpio

¿Enemigos o adversarios?

¿Enemigos o adversarios?
Neptalí Carpio
23 de diciembre del 2016

Dinámica de confrontación prima en casi todos nuestros políticos

Una afirmación recurrente de sectores que se oponen de manera irracional a Fuerza Popular es que “los fujimoristas nunca van a cambiar, siempre serán autoritarios y corruptos”. Igualmente en la tienda de los seguidores de Keiko Fujimori y de otros sectores conservadores se repite “los comunistas siempre seguirán iguales, siempre serán estatistas”. Ambos juicios son parte de una cultura que retroalimenta la confrontación de ambos sectores y hace recordar otra frase que en otros tiempos era muy común escuchar, pero que ahora se repite muy poco: “no hay ex aprista, el que fue aprista nunca dejará de serlo”.

La interrogante que nunca se hacen ambos sectores enfrentados es la siguiente: ¿en qué debemos cambiar nosotros para que ellos también cambien?, ¿ellos son mis enemigos o son mis adversarios? Esa es la cuestión fundamental que deben hacerse tanto antifujimoristas como anticomunistas para intentar plantear una nueva relación y superar una cultura política, tan antigua como aquella que enfrentó al Apra, sectores liberales conservadores y la izquierda, casi durante todo el siglo pasado con miles de víctimas de por medio.

Si ambos sectores parten del supuesto que el otro es un enemigo irreconciliable, entonces siempre se aplicará aquel principio del filósofo francés Michel Foucault que dice: “la política es la continuación de la guerra por otros medios”. No importan los medios a condición de destruir al otro como el objetivo fundamental. Incluso ahora, para algunos analistas y periodistas convertidos en propagandistas, no estaría mal utilizar la Constitución de 1993 para aprovechar una crisis y disolver al Congreso, con la ilusión de aniquilar al fujimorismo. Curiosamente son aquellos que despotrican contra la Constitución de 1993, los que ahora aparecen como sus defensores. En la otra orilla, otros sectores aprovechan cualquier atisbo o fotografía trucada para acusar a los de izquierda de tener una ligazón con el terrorismo senderista.

Como ha ocurrido con la decisión del presidente Pedro Pablo Kuczynski, al descartar el ingreso a un escenario de confrontación utilizando la prerrogativa constitucional de disolver el Congreso, para estos sectores intolerantes que ven la política como una disputa de enemigos, la decisión de PPK de conversar con Keiko Fujimori les parece poco menos que una traición o endeblez del presidente. El diálogo para ellos es un valor que se encuentra en el décimo lugar de sus prioridades, más aún si lo convoca el cardenal Cipriani.

Si los antifujimoristas llegaran a la conclusión de que Fuerza Popular y su lideresa no son enemigos sino adversarios en el marco de un sistema democrático, podrían ingresar entonces a un periodo sano de reflexión, haciéndose una pregunta fundamental: ¿Cómo se explica que durante los últimos quince años el fujimorismo conserve el grado de popularidad que tiene y que ahora sea la primera fuerza política, precisamente en el periodo republicano con menor interrupción constitucional? Obviamente esa reflexión llevaría a un cambio de actitud y la necesidad de buscar acuerdos con el fujimorismo para consolidar la gobernabilidad, sin arriar las propias banderas ni la necesaria tensión, fruto de propuestas y trayectorias diferentes.

De la misma forma, los sectores más duros del fujimorismo y la derecha conservadora deberían comprender que a un sistema democrático le conviene una izquierda fuerte, democrática y dialogante. La ausencia de esta izquierda genera un vacío para el crecimiento de sectores anarquistas, nacionalistas a ultranza, seguidores del chavismo y radicalismos de todo pelaje. Es la ausencia de una izquierda pensante y con presencia nacional lo que en gran medida bloquea las posibilidades de una intermediación social, funcional a un sistema democrático.

Superar esta matriz cultural, que es causa de una reiterada lógica de confrontación, de comportamiento sectario y autoritario, en casi todos los actores políticos del pasado y el presente del Perú, es crucial para el futuro de nuestra gobernabilidad. Sobre todo porque en estos tiempos se puede notar que las redes sociales están envueltas de epítetos, memes, gráficos, medias verdades, humor negro y todo tipo de expresiones que reproducen con mayor intensidad esta cultura de confrontación.

En este caso las redes sociales, en lugar de ser un factor de libertad e integración, se convierten en un espacio de donde no hay espacio para el diálogo ni el intercambio tolerante de ideas.

Por: Neptalí Carpio

 

Neptalí Carpio
23 de diciembre del 2016

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