Darío Enríquez

¿En qué momento se jodió Lima?

¿En qué momento se jodió Lima?
Darío Enríquez
19 de octubre del 2016

El caos vehicular en la Ciudad de los Reyes

Lo bueno, lo malo y lo feo del presente que vive una persona adulta es en buena parte consecuencia de las decisiones que tomó o dejó de tomar hace 25, 30, 35 años o más. Eso también —con mayor razón e incluso con una escala temporal más larga— se aplica a las ciudades. Después de la seguridad urbana y muy ligado a ella, el problema del caos vehicular en nuestra capital es el que más preocupa y afecta negativamente la calidad de vida de sus habitantes. También se encuentra sin duda entre lo que más llama la atención de sus visitantes. Así, nos proponemos establecer en qué momento de su historia reciente se encuentra el génesis del caos vehicular que causa estragos en la Lima del siglo XXI.

Debemos viajar en el tiempo hacia la década de los sesenta del siglo XX. Algunos ubican en ese espacio-tiempo el pase de una ciudad criolla a una andina. No es nuestro punto, pero sí creemos que en esa década concurren diversos fenómenos y se generan las condiciones para el gran salto demográfico del Perú urbano, con todo lo que ello significa. En esa década también se incuba la más grave crisis de nuestra historia republicana, que se desencadena en 1968, con el golpe socialista-militar de Juan Velasco y termina en 1992 con el autogolpe restaurador de Fujimori y la Constitución de 1993.

Aunque la crisis del Perú tiene mucho que ver con la que vivió y aún vive la ciudad de Lima, y que afecta —sin duda— la capacidad de mantenimiento e inversión en infraestructura vial, el caos del transporte en la Lima de hoy tiene que ver con graves errores cometidos en los sesenta por las autoridades ediles*. En ese entonces Lima contaba con un sistema de transporte masivo (tranvía) y algunas líneas de ómnibus, además de los trenes Lima-Chorrillos, Lima-Callao y Lima-Chosica. El tranvía desapareció por decisión municipal y en su lugar no se estableció otro sistema de transporte masivo, sino un sistema de bussings de propiedad municipal, insuficiente para el ritmo de crecimiento que ya tenía Lima. A ese error se sumó que no se adaptara ni masificara las rutas de tren hacia Chorrillos, Callao y Chosica para el transporte de pasajeros, además de eliminar la primera para construir —siguiendo su trayectoria— la Vía Expresa Sur del Paseo de la República.

Esta Vía Expresa hacia el sur fue el segundo gran error. Pudo haberse usado el corredor de las avenidas República de Panamá y Tomás Marsano para atender las necesidades de tráfico hacia el sur, además de la urbanización de los terrenos del antiguo aeropuerto de Lima, reemplazado por el moderno Aeropuerto Jorge Chávez, en el Callao. Al mismo tiempo, priorizar una Vía Expresa hacia el norte de la ciudad. Ya San Martín de Porras era el distrito más populoso de Lima, Independencia crecía a ritmo acelerado y Comas también lo hacía con mucho dinamismo. Pero la autoridad edil ignoró por completo el fenómeno que se producía en el cono norte de la ciudad. En lugar de la Vía Expresa Sur, la adaptación de la línea férrea Lima-Chorrillos habría sido un magnífico avance para el transporte urbano masivo que Lima requería. En la década siguiente, la prolongación de este tren habría atendido al cono sur.

No se trata de construir una estéril historia contrafáctica urbana de Lima, pero sí de aprender cómo así, incluso con las mejores intenciones y la más reputada administración edil de su tiempo, los errores graves aparecen cuando los fundamentos no son los correctos. En los sesenta se apostó erróneamente por el transporte urbano individual o familiar y se relegó el transporte masivo. Nos dimos el lujo de eliminar los tranvías sin entender el rol que ellos jugaban en la ciudad.

La aparición del enmarañado mundo de los microbuses en los setentas y ochentas, luego de custers y combis en los noventas, fueron una respuesta espontánea del sistema ante las obvias carencias. El Estado continuó con los bussings y los ikarus, siempre insuficientes. También en los sesenta se ignoró gravemente la emergencia de las periferias urbanas y no se planteó la necesidad de atender esa emergencia, que traía consigo gran parte de la dinámica de crecimiento de la ciudad. Ahora, cuando uno de esos “atracones” de tráfico acaben con nuestra paciencia, al menos ya no nos preguntaremos en qué momento se jodió Lima. Ya lo sabemos.

* Hablamos de los dos gobiernos municipales consecutivos de Luis Bedoya Reyes, quien fue el primer gran modernizador de Lima, pero también debe asumir un grave pasivo.


Darío Enríquez

Darío Enríquez
19 de octubre del 2016

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