Eduardo Zapata

En el mundo de las percepciones y el ilusionismo

En el mundo de las percepciones y el ilusionismo
Eduardo Zapata
06 de agosto del 2015

¿Puede haber reforma educativa sin un concepto matriz de educación?

El 28 de julio el señor Presidente nos informó que estaba ya en marcha una reforma de la educación.

No sé si la necesidad de decir algo significativo lo impulsó a lanzar esta novedad o –simplemente- se trata de que el Programa Beca 18, otorgar desayunos y almuerzos en las escuelas, la continuidad de la meritocracia en la carrera pública magisterial (impulsada en el anterior gobierno, pero paralizada por la ex-ministra Patricia Salas) o la construcción/reconstrucción de escuelas constituyen para él –en su peculiar comprensión del mundo y su lenguaje- una Reforma.

Hasta donde sabemos, una Reforma Educativa hubiese requerido de una propuesta integral y de un amplio debate público. Al menos en el seno de la comunidad educativa. Y necesariamente hubiese requerido de los instrumentos legales previstos por la Constitución que le otorguen legitimidad.

Sin embargo, ni lo uno ni lo otro se han dado. Porque un debate sobre algo tan importante como la educación y que compromete a todos los actores sociales hubiese rebotado en la prensa. Y porque el propio Ministro de Educación debe estar pensando hasta hoy en qué momento suscribió la autógrafa de la ley de reforma educativa correspondiente.

Lo probable, entonces, es que la reforma educativa anunciada se haya tratado de un ejemplo más de la Política de Estado de las “percepciones” en la que el gobierno viene trabajando. No existe la ley ni la realidad de la reforma educativa no porque no exista, sino simplemente porque no la “percibimos”. Recordemos que también sobre la delincuencia desbordada que constatamos día a día, se nos dice que es una percepción.

Lo más probable, vistas así las cosas y alejándonos de la ironía, es que a medidas aisladas y sin CONCEPTO matriz de educación, Ministro y Presidente hayan coincidido en entender que se trata de una reforma. Que los legos o no entendidos no logramos percibir.

Como Capitán del Ejército, tal vez el Presidente no sepa todo lo que significa hablar de una Reforma como la anunciada. Pero como experto en gestión educativa, el Ministro sí debe saberlo.

Y –que sepamos- la estructura orgánica del Ministerio de Educación sigue incólume y burocráticamente ineficiente; no se ha discutido tampoco ni la duración ni el norte de la educación inicial, básica, técnica o superior como un todo; la estructura curricular tampoco ha sido objeto de modificaciones sustanciales; y menos se nos ha anunciado –lo reiteramos- hacia dónde apunta esta reforma.

Quién, dice qué, a quiénes, para qué, cómo, cuándo y dónde. La respuesta a estas preguntas es el quid de toda reforma educativa. Y ello presupone diagnósticos REALISTAS como punto de partida. Solo para poner un ejemplo: ¿Se ha considerado el impacto que ya tiene la tecnología electronal sobre las competencias y habilidades de los estudiantes que se tienen hoy en aula? Diversas disciplinas –como las neurociencias, la semiótica y la propia psicología cognitiva- ya lo han esclarecido. Si no conocemos a quiénes nos dirigimos en la educación, si no conocemos sus motivaciones, competencias y habilidades para la codificación/decodificación de discursos de vida, poco podría decirles una hermosa propuesta salida de los laboratorios del ilusionismo y de las percepciones.

 

Por: Eduardo E. Zapata Saldaña

 
Eduardo Zapata
06 de agosto del 2015

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