EN BRASIL NO HAY HÉROES

Lula da Silva se escapa de la justicia brasileña

Después de viajar por varios  países de Sudamérica, cuando el historiador Arnold Toynbee llegó a Brasil dijo: “Por fin un país sin héroes”. No obstante, en el 2003 cuando Ignacio Lula da Silva, luego de dos intentos, fue elegido presidente de la República Federal, la frase del historiador inglés parecía que perdía vigencia. Para algunos, Lula da Silva no solo se convirtió en el héroe del Brasil del siglo XXI, los más atrevidos concluían que era el padre de una nación moderna. Su influencia fue tal que se convirtió en el faro político para los gobiernos de izquierda en Sudamérica. ¿Por qué?

Durante sus dos periodos al frente del gobierno federal, Lula, ex obrero y líder sindical, implementó desde el estado políticas sociales que sacaron  a más de 40 millones de brasileños de la pobreza. Entre el 2005 al 2013, en Brasil se redujo la pobreza de 36% a 18% como jamás en su historia. Lula hizo lo que sus antecesores, Fernando Henrique Cardoso e Itamar Franco jamás hicieron. Al final del día, ni el presidente Juscelino Kubistchek, quien propuso un ambicioso plan en 1950 para industrializar el Brasil y  creador de la capital Brasilia, se asemejaba a lo que hiciera Lula. Es cierto que el escenario internacional fue favorable. El gobierno de Lula coincide exactamente con la voràgine China, que engullía las materias primas de Sudamérica y África.  Entonces, los términos de intercambio comercial beneficiaron a los países sudamericanos y China desplazó a EE.UU como socio comercial. Así, Lula, dispuso la construcción de un gran estado asistencial y populista. Por ejemplo, solo el programa “Hambre Cero” asiste aún a 13 millones de familias. En el modelo de Lula, el principal motor antipobreza es el enorme estado con sus programas sociales y no el sector privado. Emergió una nueva clase media, pero a diferencia de las economías que apostaron por el libre mercado, ésta nueva clase media descansa en el estado y no en sector privado.

Hoy, Lula da Silva, ese obrero “sertanejo” criado en los barrios del estado de Pernambuco, el norte pobre, está en medio del mayor escándalo de corrupción de los últimos veinte años en Brasil. Desde la estatal Petrobras, la empresa creada por Getulio Vargas con el sueño industrialista, se tejió una telaraña corrupta que involucra a políticos y empresarios. La “Operación Lavajato” desveló la trama corrupta liderada por las cabezas del Partido de los Trabajadores (PT) Joao Santana, mago de la propaganda y asesor principal del ex presidente está en la cárcel. También Marcelo Odebrecht, dueño de la empresa utilizada para desviar  los fondos de Petrobras.  

Lula, según la fiscalía del estado de Curitiva habría cobrado más de dos millones de dólares por “conferencias” y su casa habría sido refaccionada por una compañìa afín a Petrobras. Para salvarse de un proceso que lo podría llevar a la cárcel, Lula y Dilma, la presidenta de Brasil, según un audio interceptado por la justicia, fraguaron un enroque que le otorgaba inmunidad al ex presidente. Lula se convertiría en un poderoso ministro escapando así de la justicia.

Ahora sabemos que Lula nunca fue el héroe de los pobres. El populismo brasileño cae a pedazos por el ángulo en el que se mire. Petrobras, no solo es el símbolo falaz del sueño industrialista, también el monumento de la corrupción. La economía del Brasil hace agua. Es curioso pero la desaceleración de la China y el bajo precio de los commodities se trajo abajo a los gobiernos de izquierda en la región. Se estima que entre 2015 y 2017, más de 3 millones de familias brasileñas retornarán a la pobreza. A semejante dato se aúna una grave inflación, descenso en el PBI y  desempleo.

Quizá nunca  se equivocó Toynbee cuando dijo que no había héroes en el Brasil. Lula nunca lo fue. Hay una frase, entre sorna y drama, que siempre se repite: Brasil es el país del futuro y siempre lo será.

IVÁN ARENAS