Tino Santander

Elogio a la traición

El pacto entre PPK y Alberto Fujimori

Elogio a la traición
Tino Santander
26 de diciembre del 2017

 

Los franceses Denis Jeambar e Yves Roucaute describieron el arte de la política contemporánea en un memorable libro titulado Elogio a la traición. Sobre el arte de gobernar por medio de la negación. Los autores señalan que el fanatismo a ideologías o caudillos conduce al totalitarismo, y que los verdaderos demócratas son los que constantemente traicionan sus convicciones, porque son capaces de pactar con sus enemigos más encarnizados para lograr un mínimo de gobernabilidad democrática.

La historia está llena de traidores. Por ejemplo, Juan Carlos de España traicionó la herencia franquista al pactar con Adolfo Suárez y con Felipe González una transición democrática que le diera viabilidad a España. Las felonías principistas muchas veces son como oxígeno para las democracias, y es evidente —según los autores— que gobernar es traicionar y muchas veces negarse a sí mismo.

Haya de la Torre, cruzó el Rubicón pactando con Manuel Prado en 1956, con el objetivo de que el Apra vuelva a la legalidad y evitar una guerra civil, como lo señalan los historiadores más serios. Más aún, abandonó sus tesis primigenias antioligárquicas para aliarse con la oligarquía agraria odriista en 1963. José Carlos Mariátegui recibió una beca del gobierno leguiista, que quería evitar su crítica mordaz. El Amauta aceptó el encargo de la dictadura y retorno al Perú para fundar el socialismo “sin calco ni copia”, que inspiro a la variopinta izquierda peruana. Haya y Mariátegui sabían que la traición, cuando no es cobardía, es la forma superior de las grandes decisiones políticas.

Claro, que la traición no está bien vista por los moralista que denuncian a los políticos pragmáticos sus felonías para desprestigiarlos ante la opinión pública, y para acceder ellos al poder traicionando a todos. Los que gritan y vociferan en nombre de la moral de catecismos religiosos o ideológicos no se dan cuenta de que la política es una guerra cruel por el poder, y no comprenden que la traición es simplemente la principal arma de la lucha política.

Alberto Fujimori y PPK han pactado en nombre de la gobernabilidad y la reconciliación nacional. Fujimori evitó la vacancia de PPK y este, en recompensa, lo indultó. Esta felonía jamás será confesada por ambos personajes. El caso Lava Jato obligó al presidente a ponerse de acuerdo con el fujimorismo para buscar impunidad en el parlamento.

En este ajedrez político de los grandes traidores, el Frente Amplio —de Marco Arana—, cumple el papel de simples peones o tontos útiles que van gritando a favor de la vacancia en las mañanas, y por la tarde delirantemente marchan en las calles apoyando a PPK y acusando al fujimorismo de golpismo. La otra fracción de la izquierda —que lideran Verónika Mendoza, Dammert y Glave— no juega ajedrez, sino damas chinas; están al servicio del gobierno neoliberal pepekausa, que tiene como filosofía hacer negocios privados subsidiados por el Estado. Son los pulpines de la política nacional.

Los demás partidos están fuera de juego por su insignificancia política: el Apra, Acción Popular, Alianza para el Progreso y PPK son partidos —si se les puede llamar partidos— sujetos a pequeñas prebendas (cargos en el Estado, negocios para familiares o simplemente autismo político).

El pacto entre PPK y Alberto Fujimori ha demostrado que el fanatismo y la emotividad principista en política no necesariamente conducen al bien. La imagen de Judas Iscariote que recibió treinta monedas y entregó a Jesús con un beso está en la conciencia de quienes votaron en contra de la vacancia y tienen miedo de terminar ahorcándose en el campo del alfarero y repudiados por la historia. Por el momento, solo gritan histéricamente ¡traición!

 

Tino Santander
26 de diciembre del 2017

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