Elecciones EE.UU. (II): Preparémonos para lo peor

Consecuencias para el Perú pueden ir mucho más allá del TLC

El impacto de Donald Trump (DT) respaldado por las dos cámaras del Congreso, gran número de gobernadores y una mayor influencia en la Corte Suprema no solo se daría si estrangula el libre comercio, como ha prometido. El principal peligro global proviene de su visión autárquica y desinformada del orden internacional que su país propició como triunfador de la Segunda Guerra Mundial. En esta coyuntura, llena de incertidumbre, no basta con analizar si el Perú será o no perjudicado por denuncias o renegociaciones del TLC con EE.UU. u otros importantes tratados comerciales.

En un luminoso artículo (“America can survive Trump. No so the West”, Financial Times 10.11.2016) Philip Stephens relaciona a DT con el Brexit y populismos como los de Hungría y Polonia, y la opción Le Pen en Francia. Pero advierte que el norteamericano “…va más allá por repudiar la idea básica, la idea organizadora de Occidente: que las democracias más prósperas del mundo puedan salvaguardar un sistema inclusivo de normas que garantice la paz y la seguridad mundial. El internacionalismo cooperativo (que) sería remplazado por un nacionalismo competitivo (America first)”. EE.UU. podría resistir la “mezcla de nativismo y proteccionismo” de DT; no así Occidente, que ha perdido a su líder. Tampoco la democracia, que ha perdido a su mejor garante, dice Stephens.

Desde la periferia del poder y los conflictos geoestratégicos más agudos, el análisis puede ser simplista y desenfocado. Rusia perdió la Guerra Fría y Putin quiere la revancha, China provoca graves tensiones marítimas con sus vecinos, ISIS y el terrorismo agudizan las confrontaciones en Siria y el Medio Oriente, refugiados árabes desbordan Europa, India y Pakistán chocan de nuevo en Cachemira, chiitas y sunitas atizan su enfrentamiento político-religioso, Corea del Norte ensaya misiles nucleares frente a Seúl y Japón, el Brexit precipita la desintegración europea, potencias emergentes desafectas apoyan a los enemigos de EE.UU. y Occidente.

Es un listado parcial que omite problemas globales tan serios como el cambio climático; pero que da una idea del peligro que implica que el próximo presidente norteamericano sugiriera que Corea del Sur o Tokio desarrollen armas nucleares para defenderse, o que Washington denuncie el acuerdo que ha neutralizado el programa nuclear de Irán. DT ha prometido que no gastará más en prevenir problemas ajenos con alianzas militares onerosas como la OTAN, que fueron iniciativas preeminentes de su propio país. Las represalias en cadena propias de las guerras comerciales desatadas por un proteccionismo capaz de anular la OMC provocarían una recesión económica global y serían un combustible incandescente para expandir lo que el Papa llamó una tercera guerra mundial “a pedazos” (lo dijo a los judíos en 2014).

Es cierto que la fuerte institucionalidad del sistema norteamericano limita el poder presidencial (en ocho años, Obama no ha podido restringir el derecho individual a poseer armas protegido por la Segunda Enmienda constitucional), y que los pesos y contrapesos diseñados por los Padres Fundadores de la Unión permitirían controlar la discrecionalidad de un líder prepotente. Pero no debe olvidarse que esos mecanismos se minimizan en el ámbito de la diplomacia y la política externa.

Hay que felicitarse, por cierto, de Obama, como el gran estadista que es, haya logrado que, después de su primera reunión en la Casa Blanca, Trump lo califique de “buena persona” y anuncie que pedirá su consejo y se convertirá en visitante frecuente de su nuevo amigo afroamericano. ¡Bravo! Pero no nos equivoquemos. Si la conflictividad mundial arrecia, las consecuencias afectarán al Perú mucho más allá de sus relaciones comerciales con EE.UU.

J. Eduardo Ponce Vivanco