Guillermo Vidalón

El vecino del sur

El vecino del sur
Guillermo Vidalón
11 de marzo del 2015

No hay gobierno en el mundo que haya admitido que espiaba a otro país.        

Las relaciones con Chile han sido históricamente difíciles, de mutuo recelo y desconfianza. El reciente acontecimiento de espionaje revela la intención del país del sur de conocer el tipo de armamento de que disponemos; pero, si lo analizamos dentro de la perspectiva de un clima de desconfianza que aún existe, hasta resultaría lógico y razonable que hechos como los referidos sucedan. Todo ello por encima de los discursos oficiales en pro de la paz y del establecimiento de mecanismos de confianza recíprocos.

Que se sepa, no hay gobierno en el mundo que haya admitido públicamente promover el espionaje en otro país.  Todo lo contrario, siempre se han manifestado sorprendidos y argumentado que son hechos aislados de algunos miembros de sus fuerzas armadas, que no responden a políticas de estado, y que, finalmente, se comprometen a investigar y, de ser el caso sancionar a quien o quienes hayan infringido las disposiciones de sus respectivos gobiernos. Sin embargo, el espionaje es una práctica común en la realpolitik. Una cosa son los discursos y otro es el accionar concreto, fáctico de los estados.

¿Qué hacer al respecto? La mejor garantía que tiene un país frente a actos de espionaje es promover que su recurso humano uniformado no caiga en la tentación de la oferta económica fácil y termine por traicionar los intereses de la patria.  Donde hay que trabajar es en aquello que tenemos control. Hay que saludar la labor de la contrainteligencia que detectó el hecho y definitivamente es equívoca la actuación del personal peruano que se prestó a proveer información clasificada a agentes procedentes del país vecino.

Insistir en solicitar explicaciones satisfactorias es casi arar en el desierto. Lo más probable es que obtengamos un documento alambicado frente al cual se puede decidir agitar la bandera del patrioterismo y llegar al próximo proceso electoral agitando banderas en torno a un gobierno desgastado que ha logrado poner en segundo plano las graves denuncias sobre lavado de activos que giran alrededor de  la cúspide del poder.

Frente a cualquier país, la mejor garantía de preservar la seguridad externo es engrandecernos, fortalecer nuestro aparato productivo, capacitar a nuestro recurso humano, hacer que satisfaga su propia demanda en virtud a su esfuerzo y los talentos que desarrolle y perfeccione en la actividad que cada uno eligió.

Lograr ello implica promover la inversión nacional y extranjera, mejorar la calidad de nuestra infraestructura física y así como nuestra conectividad. Todo ello es necesario para elevar  nuestra productividad y competitividad. Cuando tengamos civiles, militares y policías, en suma ciudadanos peruanos, con un estándar vida superior al de sus pares en los países vecinos, difícilmente caerán en tentación de las propuestas externas. El reto es el fortalecimiento y consolidación de las redes económico-sociales que se pueden establecer entre los países y las regiones de esta parte del continente. Cuando se haya avanzado en este rubro, el recelo y la desconfianza de los halcones habrá menguado para  dejar que las palomas surquen libremente y seguras un cielo despejado.

 

Por: Guillermo Vidalón del Pino
11 - Mar - 2015  

Guillermo Vidalón
11 de marzo del 2015

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