Javier Agreda

El último lector

El libro más personal de Ricardo Piglia

El último lector
Javier Agreda
30 de agosto del 2018

 

Además de narrador, el argentino Ricardo Piglia (1941-2017) fue también un reconocido crítico y ensayista que en libros como Crítica y ficción (1986) y Formas breves (2000) hizo interpretaciones originales y novedosas partiendo de elementos literarios aparentemente insignificantes. En esa línea —la de Borges, Auerbach y Benjamin— está su más peculiar libro, El último lector (2005), una serie de ensayos que analizan “escenas de lectura” —provenientes de fotografías, testimonios y ficciones novelescas— para reflexionar sobre algunos de los géneros literarios, obras y autores más importantes de la literatura del siglo XX.

Desde el Quijote, buena parte de los protagonistas de novelas y cuentos han sido adictos a la lectura; y por ello abundan en esas obras escenas de lectura en las que Piglia rastrea la poética, la esencia de cada texto y autor. Comienza con Borges, quien “inventó al lector como héroe”, y su relato “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, “que define su obra... lo borgeano (si eso existe) es la capacidad de leer todo como una ficción y de creer en su poder”. Luego esa poética es confirmada en cuentos como “El sur” y “La muerte y la brújula”. La misma estrategia es empleada por Piglia en los ensayos “La linterna de Ana Karenina” y “Cómo está hecho el Ulysses”, relecturas de las obras de Tolstoi y Joyce respectivamente.

Este esquema es tomado con bastante libertad en otros textos, y Piglia se aparta de lo literario para apelar a datos históricos sobre los diferentes hábitos de lectura personales. Así se explica que uno de los ensayos más extensos resulte “Ernesto Guevara, rastros de lectura”, en el que la trayectoria vital y los diarios del Che se interpretan a partir de su afición casi compulsiva por la lectura. En “Lectores imaginarios”, por el contrario, se sigue la historia del relato policial, desde Poe hasta Chandler, a partir de la premisa de que sus protagonistas son esencialmente “lectores”: seres marginales y solitarios dedicados a descifrar lo que a otros, inmersos en la multitud y el ajetreo de la vida diaria, les sucede.

El ensayo más logrado del libro es “Un relato sobre Kafka”, en el que los asedios al escritor checo abarcan su narrativa, biografía y hasta la correspondencia que mantuvo con su novia Felice. Sus peculiares hábitos de lectura y escritura configurarían lo que Piglia denomina “el modo de ser de la experiencia para Kafka”: el constante cambio de lugar, entre lo normal y lo inexplicable. “Es un nuevo modo de leer y percibir la realidad” afirma el ensayista, y pone como ejemplos las versiones kafkianas de episodios del Quijote, la Odisea y Robinson Crusoe. Y también sus propios relatos La condena y La metamorfosis, y las problemáticas relaciones del escritor con las mujeres y su entorno personal en general.

Piglia reconoce que este libro no pretende ser exhaustivo y que representa más bien un “recorrido arbitrario por algunos modos de leer que están en mi recuerdo”. Acaso el único reparo que se le pueda hacer es precisamente la falta de un eje que articule de alguna manera este conjunto de ensayos tan diferentes entre sí; o de un prólogo (el que tiene es solo el desarrollo narrativo de una propuesta borgiana) o conclusión que integre, con la misma originalidad y lucidez, las diversas propuestas planteadas. Pero eso no le resta méritos a El último lector, un libro que Piglia consideraba como “el más personal y el más íntimo de los que he escrito”.

 

Javier Agreda
30 de agosto del 2018

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