El silencio lo dice todo

Está claro que existe una nueva configuración política dentro y fuera del Congreso de la República como consecuencia del indulto otorgado al ex presidente Alberto Fujimori. Indulto llamado humanitario y que, sin duda alguna, fue un acuerdo político que evitó la vacancia al cargo del presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y que ha hecho que la división entre los peruanos aflore una vez más.

El país sigue dividido: entre los profujimoristas y los antifujimoristas, como si la historia del Perú se iniciara en los noventa, como si todos los males nacionales hubieran surgido en esos años, como si el país no se hubiera transformado para bien luego del desastre que resultó ser el primer gobierno de Alan García. Y es que la estrategia trazada por el senderismo está dando resultados. La penetración social de largo alcance está funcionando hoy. Y ni enterados. Los senderistas y radicales antisistema de metieron de profesores a los colegios y universidades para adoctrinar a los estudiantes. El violentismo nacional creó organizaciones de fachada y está en todos los gremios para tener presencia en las calles, alzando banderas por cualquier demanda popular.

Antes del 2000, el terrorismo derrotado envió “cancilleres” a Europa: Luis Arce Borja a París, Adolfo Olaechea a Londres y tantos otros. Allá el senderismo apareció como luchador social y el Estado peruano como violador de los derechos humanos. Todo al revés. Cambiaron la historia. A la fina estrategia de desprestigio mundial de los maoístas se une, sin querer queriendo, el “liberal” Mario Vargas Llosa, ahora figura de la socialité burguesa, amigo de ilustrados influyentes del arte, la literatura y el periodismo mundial. Con la influencia del escritor y de los “cancilleres” del terrorismo, se niegan todos los logros alcanzados durante el gobierno de Fujimori, se desconoce qué importantes reformas han hecho del Perú lo que es hoy. Es por eso que la prensa antifujimorista anunció día atrás con grandes titulares cómo el mundo se opone al indulto de Fujimori. Ni que fuéramos bobos. Sabemos como el senderismo y Mario Vargas Llosa crearon ese escenario de protesta internacional.

No es la hora de los timoratos, de los que se asustan por los memes y por los descocados que abundan en las redes sociales. Es una vergüenza que los jóvenes salgan a las calles a protestar sin saber por qué, sin poder distinguir bien entre un terrorista que mató y destruyó, y un Estado que se defiendió de ese ataque. Jóvenes que fueron adoctrinados por profesores radicales que todavía quedan en la escuela pública. Y la vergüenza es mayor por los vejetes que protestan contra el indulto, porque perdieron sus empleos cuando se privatizaron las empresas públicas donde trabajaban, empresas que eran una carga para el Estado, que no servían para nada.

¿Usted cree en la reconciliación? Por lo que se vio la última semana de diciembre, y lo que se verá en la próxima marcha nacional contra el indulto a Fujimori, queda acudir al dicho antiguo: “a palabras necias oídos sordos”. Que cada quien predique por su lado, que cada quien diga su verdad a su auditorio. La población sabrá entender. Que 2,000 o 5,000 jóvenes salgan a las calles a protestar no significa que existe una corriente nacional en contra del indulto. Que algunos ministros, congresistas y funcionario público renuncien ¿a quién le importa? Nadie es insustituible. Ninguno fue una maravilla de funcionario público. Existe una mayoría silenciosa que nunca se pronuncia en las calles, que no es activa en las redes sociales y que es incapaz de actuar violentamente contra quien no está de acuerdo. Su silencio lo dice todo.