Martin Santivañez

El silencio de los corderos

El silencio de los corderos
Martin Santivañez
03 de julio del 2015

Sobre la religión católica y su influencia política y social.

La reciente encuesta de Vox Populi sobre la religión católica, realizada por encargo de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima e ignorada por la gran prensa del país, a la que no le conviene mostrar la realidad de un pueblo cristiano, nos deja una serie de lecciones fundamentales que tienen que plasmarse en una consecuencia  política.

La principal, probablemente, radica en la forma en que el cristianismo ha influido en la ecuación del poder real. Los cristianos peruanos, desde hace mucho tiempo, han optado por el silencio político, por el ocultamiento culposo y por el abandono de todo lo público. El cristianismo, a pesar de su abrumadora mayoría, no se ha proyectado de manera contundente en la esfera civil. El 93.4% de peruanos que se manifiestan cristianos conviven diariamente con una realidad abiertamente paganizada, corrupta y rea de los impulsos inferiores propios del relativismo. Es incuestionable que el cristianismo peruano, en su gran mayoría, ha optado por el silencio debido a numerosas causas. Una de ellas, sin duda, la falta de articulación en estructuras capaces de ejercer un lobby eficiente. Pues bien, mapear la realidad del cristianismo es un primer paso para relanzar su proyección pública.

Que nadie se rasgue las vestiduras. Históricamente, el cristianismo ha tenido una poderosa influencia social. Occidente, el Perú si me apuran, no son realidades comprensibles sin la impronta del cristianismo. Esto, por supuesto, perturba sobremanera a las niñas del exorcista que defienden los derechos de minorías radicalizadas mientras pretenden cubrir con un cono de silencio a la gran mayoría de este país.

Ahora bien, parte de la culpa la tienen los propios cristianos que han aceptado el signo pagano de nuestro tiempo plegándose a la molicie de ese relativismo evanescente que anestesia la existencia de toda civilización. El cristianismo peruano ha cedido la política a los corruptos, la empresa a los fenicios y los medios de comunicación a los mercenarios. Por lo demás, la renuncia a la Academia por parte de los cristianos clama al cielo por los efectos perversos que el ausentismo universitario ha provocado. La universidad ha sido prácticamente abandonada a los esbirros del anticristianismo y se ha transformado en un polo de relativismo exacerbado en el que hay lugar para todo menos para una interpretación trascendente del bien común.

Recuperar estos espacios forma parte de cualquier proyecto regenerador. Para eso hace falta un liderazgo de calidad, un liderazgo basado en la Verdad y en la auténtica reconciliación. Por eso es bueno resaltar que de todos los liderazgos de este país, el del Cardenal Cipriani no tiene parangón. Allí donde los políticos, los empresarios y los opinólogos han fracasado, Cipriani mantiene un respaldo abrumador, tan sólido como histórico. Parece que el pueblo peruano, a pesar de una campaña difamatoria extensa y subvencionada, ha optado por respaldar a su Cardenal porque sabe que él no juega para la tribuna. De hecho, mientras el Pastor hable, siempre existe la esperanza que las ovejas abandonen el silencio cómplice impuesto por el mundo. Siempre existe la esperanza de salir del sepulcro de nuestro tiempo para empezar a caminar.

 

Por Martín Santiváñez Vivanco

03 – Jul – 2015

Martin Santivañez
03 de julio del 2015

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