Nancy Arellano

El show político como preámbulo

El show político como preámbulo
Nancy Arellano
06 de septiembre del 2017

Cuando se confunde tolerancia con estupidez

 

«Pero la civilización del espectáculo es cruel.

Los espectadores no tienen memoria;

por esto tampoco tienen remordimientos ni verdadera conciencia.

Viven prendidos a la novedad,

no importa cuál sea con tal de que sea nueva.

Olvidan pronto

y pasan sin pestañear de las escenas de muerte y destrucción

de la guerra del Golfo Pérsico

a las curvas,

contorsiones y trémulos de Madonna y de Michael Jackson.

Los comandantes y los obispos están llamados a sufrir la misma suerte;

también a ellos les aguarda el Gran Bostezo,

anónimo y universal,

que es el Apocalipsis y el Juicio Final

de la sociedad del espectáculo».

Octavio Paz, Chiapas: hechos, dichos y gestos

 

Lo que seguimos viviendo hoy con Cuba, Venezuela, Colombia o la banalización del mal contenida en la revista Somos —cuando entrega su portada a la historia de una terrorista "clase media, miraflorina y que sabe danzar"— es parte de un show político cruel. Se llenan las páginas de noticias intrascendentes y los análisis no combinan más de dos o tres variables; como si el mundo contemporáneo pudiera definir su fracaso o éxito solo en el mal llamado IDH alto de Cuba —¿de verdad eso es desarrollo humano?—, el índice de Gini de Venezuela —¿acaso eso es igualdad?— o la "pacificación" de Colombia, donde los terroristas ahora son incorporados a la política formal sin renuncia de los ideales, sino de los métodos. ¿De verdad eso es incorporación a la democracia?

Los éxitos reales de la movilidad social, la reducción de la pobreza, la generación de riqueza o el auge de las tecnologías verdes están minimizados porque el show político prefiere seguir polarizando el discurso en aras de que unos cuantos outsiders cobren relevancia; o de que los "nuevos" viejos esquemas de amigo/enemigo sigan haciendo del mundo un espacio de lucrativas confrontaciones en lugar de construcciones compartidas. Es difícil hacer y vivir en democracia, sobre todo cuando se confunde tolerancia con estupidez, o se quiere disfrazar en unas cuantas cifras una realidad que sigue siendo compleja y que no cambia con solo exhibir cifras macroeconómicas o indicadores de funcionarios cinco estrellas.

El trabajo político es un trabajo de tiempo, de reposo, de curiosidad y, sobre todo, de conciencia histórica mundial. La mentalidad que exige nuestro tiempo de parte de los liderazgos no es la del espejo, ni la de la ventana; es la mentalidad de las interacciones competitivas, que comprenden la cooperación y la competitividad al mismo tiempo. Es la de los partidos neuronales, la democracia digital, la gobernanza, la innovación, el consumo energético, las criptomonedas y las tecnologías verdes; al tiempo que se conjugan esos factores con las eternas búsquedas de libertad, igualdad y solidaridad en términos de economía, educación, salud, vivienda y empleo. También el ambiente de igualdad de condiciones para generar igualdad de oportunidades, que no es la igualación conveniente, ni la libertad de las cavernas. El suicidio democrático es su degeneración oclocrática o los tan de moda despotismos competitivos.

Falta mucho por hacer y hay que empezar dejando el circo. Al pan, pan; y al vino, vino. La conciencia es condición necesaria para la democracia. Si seguimos el show, este será el preámbulo del desastre.

Nancy Arellano

@nancyarellano

Nancy Arellano
06 de septiembre del 2017

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