Dante Bobadilla

El show anticorrupción

El show anticorrupción
Dante Bobadilla
27 de octubre del 2016

No se espera nada de esa Comisión de Integridad, con un caviar a cargo

No sé si he visto más veces Rocky, Terminator, Rambo o el show anticorrupción de cada gobierno peruano. Deberíamos crear el Premio Nacional al Mejor Show Anticorrupción. Personalmente nominaría como finalistas al gran maestro del show, Alejandro Toledo, y a Pedro Pablo Kuczynski, sin duda. Esto en la categoría de actores principales, porque en los secundarios nadie le quita el premio a Fernando “Popy” Olivera, el primer superhéroe de la lucha anticorrupción, quien acabó fundando su partido moralizador.

El primer show anticorrupción ocurrió en la campaña de 1985, cuando el joven Alan García encendía plazas con su verbo fogoso prometiendo meter a la cárcel a Fernando Belaunde y sus ministros. Entonces había varias acusaciones de corrupción, y mucha gente indignada se compró el discurso moralizador de Alan García, pero el remedio salió peor que la enfermedad. Si cuantificamos la corrupción del quinquenio aprista 1985-1990 superaría lo robado impune y descaradamente en los doce años de la dictadura militar, gracias al gigantesco Estado todopoderoso y sus 150 empresas públicas.

El progresismo ha hecho creer a los peruanos que los noventa fueron los años de mayor corrupción, pero es un mito. La corrupción de los noventa no llega ni a la décima parte del período aprista anterior. Descartando, por supuesto, el disparate irracional de los US$ 6,000 millones inventado por un delirante procurador, obtenido al restar lo que calculaba en obras del monto recaudado por privatizaciones. La barbaridad fue difundida por los irresponsables medios como un “descubrimiento”. La noticia llegó a Transparencia Internacional, que hizo un ranking de corrupción mundial incluyendo a Fujimori. Así nació ese rollo repetido por la progresía antifujimorista. Sin embargo, solo es otro mito.

Lo que originó la corrupción de los ochenta fue el tamaño del Estado. Si uno quería un teléfono en su casa había que sobornar con US$ 2,000 a un funcionario de la CPT o había que esperar dos años. Si querías una caja de leche había que coimear a un funcionario de Supermercados del Pueblo. Durante el predominio del Gran Estado como único dueño de todo, se conseguía muy poco sin coimear. Así fue como la corrupción se institucionalizó en el país, desde el funcionario más pichiruchi. La reducción del Estado y la privatización de la economía en los noventa redujeron la corrupción en términos reales y totales. Luego solo quedó la corrupción en el seno del gobierno de turno. Desde el 2001, la corrupción del gobierno y su respectivo show anticorrupción han corrido en paralelo. La corrupción crece de la mano del Estado y del gasto público, por la pretendida “redistribución”, que solo le abre las puertas a los pillos.

El show anticorrupción del comandante Ollanta Humala fue de película: cabalgó por los Andes como héroe enmascarado con la promesa de purificar el Estado, pero solo nos llenó de programas sociales que terminaron como coladera de corrupción. Al mismo tiempo montó en el Congreso la “megacomisión”, cuyo informe acabó en el tacho.

No solo la corrupción del Estado bonachón se ha institucionalizado sino también el show de la lucha anticorrupción del gobierno. PPK ha llevado a ambos un nivel más alto al empezar su gobierno con escándalos de corrupción y pretender taparlo con jugadas tan clásicas como nombrar un zar anticorrupción, una comisión de nombrecito pomposo con su respectiva ley draconiana. Es prácticamente el Manual del Show de la Lucha Anticorrupción. Si algo ha demostrado PPK es que talento como showman no le falta. No solo baila y ríe, sino que acude a cuanta misa y procesión puede, ofrendando al país entero a cosas tan ignotas como el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Tanto corazón me suena a anticucho con la Iglesia, que ahora también está en la mira.

No espero nada de esa Comisión de Integridad y menos con el caviar a cargo. Solo sé que el show anticorrupción continuará. Mientras no disminuyan el tamaño y el poder del Estado, y reduzcan el gasto público regalón, tenemos corrupción para rato.

 

Dante Bobadilla

 

Caricatura: El Universal

Dante Bobadilla
27 de octubre del 2016

COMENTARIOS