El “shock productivo”

Pequeños y medianos empresarios son el carbón del crecimiento económico

“Conga va… pero con nosotros”, es el lema con el que el economista Hernando de Soto ha presentado, junto al Instituto Libertad y Democracia (ILD) y la Federación Nacional de Pequeños Productores y Mineros Artesanales del Perú (Fenamarpe), una propuesta alternativa para la formalización de más de 350 mil mineros. “Ellos quieren ser Alberto Benavides de la Quintana no el Che Guevara”, acota De Soto.

Si en algo no se ha equivocado el ex presidente Alan García al momento de formular el “shock social” es en señalar que el gran empresario ya aprendió a competir en una economía libre. Pero la reserva productiva del Perú no es precisamente el gran empresario sino los pequeños y medianos empresarios. Allí está el carbón para que el modelo siga funcionando, El nuevo gobierno que entre a partir del 2016 deberá hacer una alianza estratégica con estos sectores que vertebran la economía y los mercados populares. Son esas células capitalistas que están en el clúster de Gamarra o en regiones altamente pro empresariales como Puno o el creciente clúster tecnológico en Arequipa o el reciente ánimo exportador en el Norte chico.

Así como De Soto devela en la pequeña y mediana minería los horrores del “burocratismo salvaje” que hace inaccesible la formalización en 1260 días pagando casi 88 mil dólares, los otros sectores productivos pequeños y medianos adolecen de un compromiso del estado. Pero todo empieza desde arriba. El gobierno de la pareja presidencial insiste erróneamente en que el crecimiento económico pasa con “incluir socialmente” y por eso ha avanzado de manera progresiva en multiplicar el presupuesto de los programas de asistencia social. No está que mal que ello ocurra focalizándolo en los peruanos que sufren la maldición de la extrema pobreza, pero el germen del crecimiento, el progreso y el desarrollo no está en el asistencialismo sino en la creación de la riqueza. El desarrollo social está ligado al desarrollo económico, no hay la segunda sino hay la primera. Es decir, no hay inclusión social sino hay antes inclusión económica.

La experiencia de las asociaciones público-privadas en los sectores productivos mayores debe tener un equivalente en los sectores medianos y pequeños. En el agro se ha querido dar un impulso con la Ley Procompite o el Programa Agro-Ideas pero el “burocratismo salvaje” hace nuevamente engorroso el proceso, con costos de transacción altos e incentivos perversos. Puesto que casi todo es ensayo y error, el estado debería hacer un programa símil de Juntos o Pensión 65 pero con un componente productivo y de orientación al mercado, que es lo único que garantiza la sostenibilidad del crecimiento y el desarrollo, eso sí, sin los penosos activos y pasivos de ineficiencia y burocratismo.

Probablemente también haya cierto tufo despectivo con respecto a ese inmenso mar productivo del Perú, puesto que al final del día, grande, mediano o pequeño todos son empresarios cada uno con sus propios riesgos. El trato de iguales empieza también con el lenguaje. Algo de eso hay, también, en lo que De Soto ha revelado. En las teorías del desarrollo hay gustos para cada quién. W. Rostow habló del despegue o el “take off”; Rosestein – Rodan del gran empujon o “big push”; o el “great spurt” de Gershcrenkron, lo cierto que es que el Perú productivo y popular necesita una alianza con el estado y, por qué no, un “shock productivo”.

Por Iván Arenas
(26 - nov - 2014)