Jorge Valenzuela

El romántico por antonomasia

El romántico por antonomasia
Jorge Valenzuela
15 de octubre del 2014

El gran Víctor Hugo en el recuerdo

Se comía, en el postre, las naranjas con la cáscara; dormía solo dos horas y, en medio de sus sueños, adelantaba sus escritos tanto políticos como literarios. Hacía el amor con toda clase de mujeres, de marquesas a sirvientas, y se sabe por sus biógrafos que pocos días antes de morir, y bastante enfermo, se escapó de su casa para hacerle el amor a una camarera con las últimas fuerzas que le quedaban debido a la neumonía que lo mató. Aprendió castellano a los nueve años, lengua que nunca olvidó y que amó siempre. Luchó toda su vida contra la pena de muerte, lucha que casi le cuesta la vida. Creó un personaje que no dudó en quemarse el brazo con un hierro candente en medio de una emboscada. Practicó el espiritismo y, gracias a ello, llegó a conversar con Jesucristo, Mahoma, Lutero, Shakesperare y Galileo. Ese fue Víctor Hugo (1802-1885), el gran romántico.

Fue poeta, dramaturgo, novelista, profeta, dibujante y pintor, un condensado de virtudes, el dueño de una nueva sensibilidad que se manifestó, con toda su violencia, en 1830, cuando su pieza de teatro, Hernani, triunfó apoteósicamente en la Comédie-Francaise en París luego de que el propio rey Carlos X, su abierto enemigo, le tendiera una trampa para hacerlo fracasar frente al exigente público teatral de la época.

Sin embargo, la noche del 28 de febrero de 1830, noche en que se había programado la obra, eso no sucedió. Si bien mientras duraba el entreacto de la puesta en escena, se rompieron banquetas en las espaldas de algunos concurrentes, el saldo para la historia de la literatura fue beneficioso. Según Théophile Gautier, esa noche se enfrentaron en aquel teatro “dos partidos, dos ejércitos, dos civilizaciones incluso” (…) y “todo lo que era joven, valiente, enamorado, poético, recibió su soplo…” y triunfó. Ese fue el momento de la consagración del romanticismo. Esa noche estaban acompañando a Hugo (con quien habían cenado antes de la escenificación y habían dejado el teatro apestando a salchichón), Alejandro Dumas, Balzac, Gerard de Nerval, el músico Héctor Berlioz y  el propio Gautier.

La imaginación romántica, y la de Víctor Hugo fue una de las primeras, se sustentó en el tratamiento del nivel real imaginario al que pertenecen la leyenda, el mito, la fantasía, la magia, la maravilla, el milagro, el misterio, lo extraño y, cómo no, lo irracional para romper con el pasado imbuido de conservadurismo y normatividad. Este último aspecto terminó marcando a las principales obras del  romanticismo quizá por el hecho de concebir a lo irracional en todas sus posibilidades como el dispositivo más propicio para la apertura de la razón. Esto implicó la fuerte subjetivación de las figuras de lo real y el reconocimiento de la libertad como el principal eje de la creación artística.

En ese sentido, la libertad creativa y el rechazo de los viejos tópicos literarios del neo clasicismo fueron la base de esa revolución que abolía, de un plumazo, las convenciones aristotélicas. A este aspecto debemos sumar la importancia ideológica que el pensamiento liberal tuvo para los románticos, cuya potencia se sustentaba en la supremacía del individuo sobre el Estado. Por ello, los románticos son los primeros en reivindicar lo íntimo y personal frente al autoritarismo del poder.

La figurativización de la naturaleza como espacio ideal para la representación del sujeto es clave, pues los románticos comprenden que en los paisajes naturales se encuentran concentrados, mejor que en cualquier otro espacio, la interioridad    de los seres humanos.

Finalmente, son los románticos los que insertan al sujeto dentro de la dimensión histórica en la que la recuperación del pasado se convierte en el mejor instrumento para una cabal comprensión del presente, cuya lectura es imprescindible en un contexto de lucha política como el que ellos viven. De allí que el ejercicio de una libertad irrestricta en la vida privada y pública haya sido central en su prédica.

Por Jorge Valenzuela

(15 - oct -2014)

Jorge Valenzuela
15 de octubre del 2014

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