Mario Saldaña

El régimen del frenazo

El régimen del frenazo
Mario Saldaña
17 de julio del 2014

Buscando una explicación de la caída del crecimiento económico

Algo paradójico podría ocurrir dentro de dos años, cuando Ollanta Humala y su esposa dejen el poder (al menos esa es la sana expectativa que muchos tenemos): De no tomarse medidas de urgencia para reactivar el crecimiento económico (ya se anunció la fase 3 de un paquete extemporáneo cuyos resultados podríamos empezar a ver -ojala- en el mediano plazo), terminaríamos económicamente casi igual que si se hubiese aplicado el formato de la “Gran Transformación”, no obstante a que es la “Hoja de Ruta” la que alumbra el camino de Palacio y del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF).

Así, el nacionalista pasaría a la historia como “el régimen del frenazo económico”. Sería, para su lamento y el nuestro, su signo distintivo, su insignia, su elemento diferenciador. Algo dramático porque el buen ritmo del crecimiento económico ha sido un valor preservado desde el 2001 en adelante. Lo paradójico estriba, como digo más arriba, en que, al menos en el discurso y en muchas acciones, el Gobierno (se supone) ha pretendido mantener el buen manejo macro-económico, la política de promoción y apertura a las inversiones y el respeto a la seguridad jurídica.

Es decir que el gobierno humalista, usando casi la misma receta económica que sus predecesores, está obteniendo magros resultados económicos.

La pregunta (que se la vengo haciendo a varios analistas económicos) es ¿por qué?. Si bien el mal entorno internacional (menores precios de nuestras principales materias primas y menor volumen exportado) explica en parte la caída, de ninguna manera la justifica en su totalidad. De hecho, según el BCR, varios de esos precios ya se encuentran en franca recuperación.

Y todo indica que la respuesta va por un mal manejo de las expectativas de los agentes económicos, afincadas en un clima de desconfianza que no se ha terminado de disipar (el comportamiento del gobierno en el tema Conga, por ejemplo, es un claro hito, al igual que las idas y venidas por el tema Repsol). La desconfianza ha ido generando una suerte de metástasis en los inversionistas y consumidores de todos los tamaños. Primero con excesos de cautela, luego posponiendo decisiones claves. Lo que se observa en los rubros constructor-inmobiliario y automotriz son termómetros elocuentes.

Si a lo anterior se le suma las interminables denuncias contra actos de corrupción en los gobiernos regionales y municipales, de seguro se detendrán (aún más) las decisiones de inversión pública. El cuadro es nada esperanzador. Dicho sea de paso, esto último es muestra palpable de que en el Perú ya es historia la época en que política no influía en la marcha económica.

¿Liberar la CTS, mayor impulso fiscal y otras propuestas que está planteando el Gobierno serán suficientes? Lo dudo. Una economía que andaba por niveles de inversión privada superiores al 20% y hoy cercano al 0% requiere de mucho más que estímulos al gasto. Para empezar, se necesita más que un presidente, su esposa y un ministro de Economía asustados por no haber escuchado todas las advertencias que se les hizo desde, por lo menos, finales del 2012.

Necesitamos un estadista que no solo crea que es necesario, sino que esté convencido (y así lo transmita), que es posible retornar los niveles de crecimiento cercanos a los obtenidos tres años atrás.

Por Mario Saldaña Castro

Mario Saldaña
17 de julio del 2014

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