Octavio Vinces

El pequeño Nicolás que llevamos dentro

El pequeño Nicolás que llevamos dentro
Octavio Vinces
28 de octubre del 2014

Las aventuras del joven madrileño Nicolás Gómez en la alta sociedad española

El aguacero de información y comentarios desatado a partir de las aventuras del joven madrileño Francisco Nicolás Gómez Iglesias, más conocido como «el pequeño Nicolás», es ilustrativo de la variedad de ideas y sentimientos que se vinculan con la figura del aventurero. Mientras estaba matriculado como estudiante de derecho en el Centro Universitario de Estudios Financieros (CUNEF), el pequeño Nicolás se las ingeniaba para aparecer como un personaje con importantes nexos políticos y empresariales y procurarse beneficios por las expectativas que sus promesas de suculentos negocios lograban despertar en no pocas personas. Fue así que pudo, entre otras hazañas, hacerse con pagos por el pretendido desbloqueo de negocios e inversiones, aparecer a menudo reunido con las altas esferas del gobierno y la política española —es ya célebre la fotografía en la que comparte mesa con el expresidente José María Aznar—, y hasta asistir a los actos de la reciente coronación del rey Felipe VI. Con el fin de reforzar su apariencia rutilante y exitosa, Francisco Nicolás solía alquilar autos de alta gama y en ocasiones se hacía acompañar por escoltas o guardaespaldas, pues era un elemento esencial de su estrategia el despliegue de una imagen adecuada para una sociedad que, más allá de cualquier autocrítica o declaración de principios, sigue impresionándose de manera desmedida por la afectación y el show-off.

La súbita popularidad del pequeño Nicolás bien podría estar emparentada con la genuina simpatía que siempre han sido capaces de despertar los personajes de la picaresca castellana, desde el Lazarillo de Tormes hasta el Buscón don Pablos. Claro que los pícaros actuales hacen de la jactancia y la impostura parte importante de su plan de acción, lo cual les confiere un carácter más novedoso. De hecho, en algún momento la narrativa iberoamericana debería ser capaz de sacar provecho del potencial literario de los muchos y variados émulos que el pequeño Nicolás podría tener en la región, pese a no gozar de su celebridad mediática. Yuppies y hípsters, boliburgueses y bolichicos, guerrilleros-negociadores: la fauna local es rica en pícaros empresariales, corporativos y financieros. Algunos incluso, a diferencia del pequeño Nicolás, sí que han logrado coronar sus proyectos, casi siempre con el invalorable contubernio de las burocracias locales.

Sin necesidad de describir extremos de inmoralidad repudiable, es innegable que la afectación destinada a evidenciar el éxito es un elemento que añade valor en la imaginería moderna. Señales tan impostadas como llevar suelta la tira delgada de modo que la marca de la corbata sea visible a los interlocutores, son moneda corriente en el mundo empresarial, financiero y corporativo. Ese mundo al que precisamente iban destinadas las divertidas maniobras de Francisco Nicolás.

Una nueva estética se impone cuando la sobriedad naufraga y la figura del arribista o parvenu deviene en símbolo inequívoco del presente. Vivimos entonces en un tiempo en que el pequeño Nicolás ha venido a ocupar el lugar antes reservado a los héroes o precursores.

Por Octavio Vinces

(28 - oct - 2014)

Octavio Vinces
28 de octubre del 2014

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