Martin Santivañez

El partido de la división

El partido de la división
Martin Santivañez
21 de junio del 2017

Un episodio más de la farsa histórica de la izquierda nacional

Como es natural, el cártel mediático y los enemigos de Fuerza Popular intentan difundir la percepción de que el partido mayoritario del país se encuentra profundamente dividido en torno a principios concretos y liderazgos excluyentes. De hecho, ante la alegría del cártel mediático, algunos adelantan la existencia de una supuesta “ala liberal” que no concuerda con el “ala conservadora”. Lo cierto es que las diferencias de opinión en los partidos políticos democráticos siempre fortalecen a la organización cuando se dirimen en la sede institucional, siguiendo los procedimientos internos, respetando las reglas de juego y aceptando que hay principios irrenunciables que forman parte de la doctrina de un partido y que estos —para el elector, el sujeto fundamental de la relación política— son esenciales y se deben mantener contra viento y marea.

Casi todo es opinable, pero los principios esenciales de una doctrina deben mantenerse porque otorgan identidad política a la organización. Mientras la doctrina se construye, bienvenida sea la sana discrepancia y el diálogo alturado, intelectual y estratégico. Pero cuando los principios son establecidos, el partido debe comprender que la defensa de estos y su promoción política son parte fundamental de su propio crecimiento y supervivencia. Los principios aseguran la continuidad, la victoria y el poder. Sin principios, la nave del partido navega sin dirección. Si el líder es el timonel, el capitán del barco, los principios son la brújula que indica el norte que se debe conquistar.

Lo paradójico es que los ataques de división que son imputados a Fuerza Popular son más válidos al analizar a sus enemigos. Fuerza Popular dirime sus controversias en función a sus procesos internos, y eso nunca sucede en un escenario de cainismo y secesión. Pero es interesante que el cártel mediático intente trasladar la atención del partido verdaderamente dividido: la izquierda nacional. La izquierda peruana ha vuelto a entrar en un escenario guerracivilista. Los bandos son irreconciliables y pugnan por el control de los recursos y el electorado. Enfrentada a la realidad del poder parlamentario, la izquierda nacional ha sucumbido nuevamente a sus fantasmas ideológicos y al materialismo más burdo: el del privilegio. Esta farsa, la de sentirse escogidos por la historia, ha provocado el colapso del Frente Amplio, un sóviet sectario que con este nuevo enfrentamiento demuestra que está incapacitado para gobernar; de la misma manera en que desnuda su entraña cainita, peligrosa para la política nacional.

¿Por qué es peligroso este cainismo político? En un escenario de crisis como el que atraviesa el Perú, la política del odio genera un enfrentamiento estéril que solo nos conduce a la postración nacional. Lo que el país reclama es una política de la unidad, una política de síntesis; no el cainismo fundado en la antropología, que considera que el enemigo de clase debe ser exterminado aut consilio aut ense. La política del odio nace de esta antropología cainita, y el resultado siempre será la división y el radicalismo. Esto, llevado a un partido como el Frente Amplio, es solo un episodio más de la farsa histórica de la izquierda nacional. Pero si algún día, con esa misma política del odio, la izquierda accede al poder, no hablaremos más de farsa. Estaremos, qué duda cabe, ante la gran tragedia nacional.

Martín Santiváñez Vivanco

Martin Santivañez
21 de junio del 2017

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