Rocío Valverde

El Parkinson y los microorganismos

El Parkinson y los microorganismos
Rocío Valverde
04 de septiembre del 2017

Descubrimientos recientes sobre las causas de la enfermedad

Si has conocido a una persona con Parkinson sabrás que esta enfermedad no viene acompañada solo de temblores. El Parkinson causa rigidez de los músculos, a los pacientes se les dificulta caminar, hablar, tragar y hacer de vientre. Con cada puesta de sol se resquebraja más su salud y la demencia comienza a nublar su mente. Recuerdo cómo mi abuelo, un hombre fuerte, piscobambino, bailarín y jardinero por excelencia fue marchitándose año tras año. “¡Mamita, si me encontrarás cuando vuelvas!” me dijo la última vez que me despedí de él, como presintiendo que el final estaba cerca. Y no estaba equivocado, el recital de su vida llegó a su fin una mañana de diciembre.

Se escucha un run run desde hace ya un tiempo. Nuestras tripas nos dominan, mandan sobre nuestro cuerpo y desde unos años se publican artículos científicos que relacionan el Parkinson, una enfermedad neurodegenerativa, con los habitantes de nuestros intestinos. El microbioma humano ha sido caracterizado y estudiado hasta el cansancio y por ello sabemos que hay una relación entre los microorganismos y la depresión, las bacterias y la diabetes, los microbichitos y la obesidad. Tiene sentido que se empiece a ver luz a una enfermedad tan complicada como el Parkinson estudiando este sistema. ¿Pero en cuál de estos trillones de bacterias se encuentra la clave de la enfermedad?

La verdad es que no hay un consenso. El primer experimento que infirió la relación entre el Parkinson y el conjunto de microorganismo del intestino fue el del Departamento de Neurología de la Universidad de Helsinki. El grupo hizo un estudio en el que compararon las heces de personas sanas con las heces de personas con Parkinson. Las especies de bacterias que se encuentran en las heces nos pueden dar una “pantallazo” de información sobre la salud de nuestros intestinos. El resultado fue que los pacientes de Parkinson con severas dificultades motoras presentaban un alto número de enterobacterias.

Otro equipo de científicos, esta vez de la Universidad de Birmingham, hizo un ensayo similar y al comparar ambos grupos, enfermos y sanos, vieron que había una marcada diferencia en las familias Bifidobacteriaceae, Lachnospiraceae, Lactobacillaceae, Pasteurellaceae, Verrucomicrobiaceae  y Christensenellaceae. Quizás la primera familia les suene de algo, de algún comercial de TV de una vaquita embustera. Es cierto que se han visto buenos resultados con el uso de productos lácteos enriquecidos con probióticos en las personas con Parkinson, pero exclusivamente para mejorar los movimientos intestinales. Esto no va a revertir la formación de los cuerpos de Lewy en el cerebro.

El siguiente experimento que reafirmó la relación entre una flora intestinal normal y el Parkinson fue el realizado por el Instituto de Tecnologia de California. En este experimento se utilizaron ratas con una mutación genética que las predisponía a formar la alfa-synucleina, una de las proteínas que forma los cuerpos de Lewy. Las ratas que no tenían microorganismos en su intestino se mantuvieron sanas. A unas ratas se les trasplantó microbiota de personas sanas y a otras ratas se les trasplantó la microbiota de pacientes con Parkinson. Estas últimas desarrollaron síntomas de Parkinson y se deterioraron de forma acelerada. Este fue el momento eureka para los científicos.

¡Qué interesante y alentador es el panorama para los enfermos con Parkinson! La ciencia está abocada a desenredar esta enmarañada trama. Desde aquí esperamos que el clímax llegue pronto.

 

Rocío Valverde

 
Rocío Valverde
04 de septiembre del 2017

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