El país está en riesgo

Nuestros gobernantes parecen haber caído en el regocijo de que, una vez superada la crisis política dentro del marco constitucional, el crecimiento de la economía seguirá firme. Y que este crecimiento se sobrepondrá a cualquier pretensión política que desee cambiar el rumbo económico. Lamentablemente, nuestra democracia sin partidos reales, más allá de la formalidad democrática, no permite establecer canales que recojan el sentir de la ciudadanía. Y tampoco determinar si las pretensiones que surgen desbordan la capacidad de la economía nacional; o debatir y explicar por qué sí es conveniente tal o cual medida, y por qué otras resultan inadecuadas o casi siempre generan una consecuencia diferente de aquello que se anhela.

Decimos que el país está en riesgo porque en la práctica existe un único partido político que se ha dedicado a cautivar la mente de los jóvenes, a indignarlos empleando un discurso que en apariencia demanda “justicia social”. Hoy no son los alzados en armas, ya no lo pueden ser, por eso es que los liberados dicen que en la actualidad no existen condiciones para la lucha armada. O sea, que si las condiciones fuesen otras sí retoman la lucha armada.

El riesgo es ese. La subversión no ha renunciado a la lucha armada ni se ha arrepentido de su accionar violentista. Desprecian la democracia, pero sí desarrollan labores de adoctrinamiento, tal como lo hicieron en los años setenta desde la clandestinidad. Jóvenes dogmatizados son capaces de alzarse en armas y hacer realidad aquello que sus veteranos líderes anhelan.

En 1980 el Perú volvía a la democracia tras doce años de gobierno militar, de reformas fracasadas. Fue en ese momento que la subversión inició sus demenciales hechos de violencia, demostrando su desprecio por la democracia representativa. Quería imponerse a sangre y fuego, sin contrapesos de poder alguno.

En el Perú, lamentablemente, tenemos memoria corta. No hay transmisión de los hechos históricos más relevantes del país y la violencia subversiva se pierde en la nebulosa, en el relato de algunos mayores. Sacar de los libros de texto escolares los hechos acontecidos durante el período del terror es menospreciar la vida de más de 70,000 peruanos. Nunca antes en la historia de nuestra azarosa vida republicana se produjeron tantas muertes, ni siquiera durante la guerra del Pacífico. Los daños fueron incalculables para una economía nacional pequeña: más del 60% de la población vivía en condiciones de pobreza y pobreza extrema. Y la izquierda que participaba del proceso democrático fue dubitativa con el terror, finalmente eran su alter ego.

Si en la actualidad el desempleo juvenil es alto, imagínense los niveles que alcanzó cuando no había empleo ni para los mayores. Cuando cientos de miles de jóvenes peruanos salían al extranjero, al autoexilio porque en el país no había oportunidades. Lo mejor del pensamiento se fue a desarrollarse y desarrollar otros países. Muchos de los capitales generados en el país migraron y fueron recibidos con los brazos abiertos en otros destinos, porque el capital genera desarrollo y oportunidades.

El futuro del Perú está en riesgo cuando se oculta intencionalmente la verdad, cuando se equipara la victoria de las Fuerzas Armadas y Policiales, así como de los pobladores más humildes, a la acción de la subversión. También, estamos en riesgo cuando se bloquean las inversiones y se obstaculiza el desarrollo, porque la intención es generar situaciones de crisis para volver a incendiar la pradera.