Manuel Gago

El paganismo no puede con el cristianismo

El Papa se robó el corazón de los peruanos

El paganismo no puede con el cristianismo
Manuel Gago
22 de enero del 2018

 

La presencia del papa Francisco en el Perú no puede ser obviada por esta columna. Al margen de cualquier tipo de diferencia de índole doctrinal, valoramos el fervor religioso que el Papa avivó en estos días en un Perú de tradición largamente católica. Que la población se haya movilizado para verlo, aunque sea por un instante y de lejos, es una demostración de fe, de una fuerza viva capaz de hacer todo lo que se propone. No hay otra manera de explicar lo acontecido en estos últimos días no solamente en Lima, Trujillo y Puerto Maldonado —lugares donde el Papa estuvo físicamente—, sino en todos los rincones del país, en donde la gente estuvo al tanto de sus palabras. La llegada del Papa ha servido para unir (aunque sea por unas horas) a las personas de buena voluntad, que son la inmensa mayoría de peruanos. Y es que el catolicismo no pregona odios, rencores ni venganzas. Porque el cristianismo es sinónimo de perdón sin condiciones, de amor sufrido e incomprendido, y de poner la otra mejilla si alguien nos ofende. Todo eso está escrito en la Biblia, el libro del cristianismo, que guía a todo buen creyente. Bienvenida, entonces, la estadía del Papa en momentos en que los sectores divisionistas intentan enfrentarnos a unos con otros, sin darle mayor chance a los entendimientos.

Como creyente no católico respeto a todas las confesiones religiosas y acepto las diferencias, que no tienen por qué separarnos. Por el contrario, extiendo la mano a quienes dicen ser cultores de la razón y del conocimiento, negando la existencia de Dios y ostentando una supuesta superioridad moral e intelectual; y excluyendo, ninguneando y arrinconando a todo aquel que no piensa ni actúa como ellos. Bienvenida, entonces, la fe de los pueblos olvidados, de los pobres sin letra y sin condecoraciones, de los que ciertamente sufren y esperan por siempre una gracia divina que no es terrenal, y de los que no pierden el sentido de la realidad y aman de manera simple, sin tanta explicación que los vaya a hacer dejar de amar como en verdad quisieran.

Ha sido, entonces, un despropósito del extremismo radical el haber intentado realizar una marcha en la ciudad de Lima con motivo de la llegada del papa Francisco. Una intención claramente política que se cayó por sí sola en momentos en que la religiosidad peruana alcanza el pico más alto. ¿Cómo entender a esas fuerzas recalcitrantes si llegaran a gobernar el país? Magnificar y avivar el delito de pedofilia cometido por algunos sacerdotes para atacar a los creyentes no ha dado resultados. Que se haya intentado incendiar una pequeña iglesia en Arequipa es un acto intolerante de esa minoría radical e irrespetuosa que siempre estará allí y con la que debemos aprender a convivir. No entender la fe y la religiosidad católica y cristiana de la gente invalidaría cualquier interpretación sesuda de la realidad peruana.

Es gratificante el fervor demostrado en estos días. El paganismo irreverente, provocador y militante no podrá destruir las bases de un país edificado en función de la fe y de la idea de un Dios omnipotente y misericordioso. “El Dios de Jacob”, como se canta en el Himno Nacional. Pretender imponerse sobre ese mar humano de peruanos, que salió a las calles por su cuenta y riesgo para ver al papa Francisco, es algo que deben considerar quienes levantan las banderas contrarias al cristianismo.

 

Manuel Gago
22 de enero del 2018

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