Jorge Valenzuela

El narrador

El narrador
Jorge Valenzuela
19 de noviembre del 2014

Gustave Flaubert y su revolución literaria

En su ensayo La orgía perpetua, Mario Vargas Llosa sostiene que una de las contribuciones más importantes a la técnica de la novela, y por lo tanto a su modernización, tiene que ver con la aguda conciencia flaubertiana respecto del rol del narrador en la edificación de un universo ficcional. En efecto, Vargas Llosa considera que, desde Flaubert, es imposible que en una novela la presencia explícita del narrador pueda ser soportada por el lector sin que termine arrasando la credibilidad de la historia pues el único espectáculo admisible es el de la ilusión de libertad de los personajes generada, precisamente, a partir de la invisibilidad del que cuenta los hechos.

Este manejo del narrador es básico para reconocer al maestro de Rouen como el fundador de la novela moderna pues gracias a este artificio (un efecto que se busca imponer al lector desde una absoluta conciencia de los medios o técnicas utilizadas) la novela, a los ojos de los lectores, terminó ganando  independencia, vida propia frente a la vida real.

El logro de esta proeza, que ahora nos parece muy natural, supuso, desde luego, la explotación de dos recursos. El primero sustentado en la necesidad de relatar los hechos desde la impersonalidad a través de un narrador despojado del lastre de la intromisión y de la urgencia de moralizar o educar y, el segundo, relacionado con la precisión en el empleo del lenguaje (le mot juste), gestionado desde dos convicciones: la de la posibilidad de crear el efecto de la representación objetiva de la realidad y la de pensar que la precisión del pensamiento determinaba la precisión de la frase. Estos dos elementos fueron esenciales para Flaubert al momento de poner en evidencia el carácter artificial de todo texto narrativo, sobre todo cuando en su época se pensaba que la novela era algo así como un espejo de la realidad y no una realidad autonomizada a través de un conjunto de procedimientos formales. Y quizás este sea el aporte mayor de Flaubert, es decir, el de imponer a los consumidores de arte de su tiempo la idea de que todo producto artístico es, en esencia, un producto que se construye con sus propias leyes y funcionamiento.

A estos aspectos desarrollados por nuestro Nobel habría, sin embargo, que sumar uno más. James Wood, en su libro Los mecanismos de la ficción sostiene que gracias a Flaubert aparece un tipo de narrador que hace uso simultáneo, y por ello indiscernible, de su propio ojo y el del personaje al momento de describir el entorno que lo rodea y que este hecho tiene consecuencias importantes en ese intento de representar la totalidad. La más importante, sin duda, es que con Flaubert se moderniza la narración a partir de la recuperación de detalles pertenecientes a tiempos diferentes, los llamados compases de tiempo, de modo que el narrador de las novelas flaubertianas busca mezclar los acontecimientos que ocurren a largo y corto plazo estableciendo un imposible temporal. Tenemos por ello una narración que puede registrar sensaciones y actos que, según Wood, pueden estar ocurriendo a muy distintas velocidades y momentos diferentes. Cuando esto sucede ya estamos de lleno en la modernidad narrativa, la misma que, hechas las variantes y enriquecimientos del caso, practicamos hasta el día de hoy. Citemos un pequeño ejemplo. El personaje principal está paseando por el Barrio Latino y esto es lo que se narra: “Los grandes muros de las Facultades parecían más sombríos que nunca, como si el silencio los hiciera más largos; se oían todo tipo de sonidos pacíficos: el aleteo de unas alas en la jaula de un pájaro, el zumbido de un torno, el martilleo de un zapatero; y los ropavejeros, en medio de la calle, miraban en vano todas las ventanas. En el interior de los cafés desiertos, las señoras bostezaban entre botellas llenas; los periódicos yacían bien ordenados en las mesas de los saloncitos de lectura; en el taller de las planchadoras la ropa recién seca oscilaba con el soplo de las tibias corrientes”. Pregunta: ¿Quién percibe todo ello? Es imposible saberlo.

Por Jorge Valenzuela
(19 - nov - 2014)

Jorge Valenzuela
19 de noviembre del 2014

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