Eduardo Zapata

El montaje del macho alfa

El montaje del macho alfa
Eduardo Zapata
20 de noviembre del 2014

Ante la abdicación de liderazgo y autoridad presidencial Urresti se posiciona

Donde se hace noticia está Ovación, decía el buen Pocho Rospigliosi refiriéndose a su sintonizado programa deportivo. Y donde no hay noticia se le fabrica, dicen no pocos periodistas inescrupulosos, pero sobre todo los operadores de psicosociales. El asunto es ser protagonista en la competencia sígnica que día a día plantea la electronalidad.

Y él siempre hace noticia. Con un don de ubicuidad mediático envidiable. Con un histrionismo simple, pero capaz de convertir a muchos periodistas y hasta empresarios (ocurrió con muchos de ellos en la CADE) en cómplices de su puesta en escena. Pero sobre todo con la confianza de saber que en ciertas circunstancias es factible hasta posicionar una candidatura presidencial instrumentalizando las complicidades aludidas y el estado de indefensión en el que el mismo libreto psicosocial coloca a los receptores en general.

Adolfo Hitler lo hizo. No solo aprovechó la inseguridad en Alemania entre las dos guerras mundiales, sino la exacerbó. Exacerbó la violencia para presentarse como un mesiánico ordenador del mundo de los ciudadanos indefensos. Y el General Urresti es un buen actor para el medio. Su natural y casi primitiva gestualidad y verbalización añaden la violencia necesaria para que el mismo que la exacerba –siendo precisamente Ministro del Interior- pueda aparecer como el hombre enérgico capaz de devolvernos el orden y la seguridad arrebatados.

En las fotos y en los videos, cuando aparece caminando, va tres o cuatro pasos delante de su comitiva. Siempre al centro, exageradamente erguido, siempre con el paso desafiante. Cuando aparece en las conferencias de prensa sea con motivos nimios o fabricadamente relevantes, también siempre al centro, dominador de la escena. Y cuando da sus entrevistas al paso, y valiéndose de la poca capacidad de réplica de los periodistas en nuestro país, no duda en apelar a la broma, al chiste y hasta a la burla que ridiculiza al entrevistador.

No importa que la criminalidad real continúe, pues nadie lo confronta con estadísticas. Parece no importar que los diez mil policías que él anuncia como salvadores de la indefensión tengan una escasísima y pobre preparación en sus escuelas. No interesa que la conducta de los policías cada vez esté más cercana a la conducta del propio crimen. Todo esto queda de lado ante el montaje implacable de un psicosocial permanente –eso es el General Urresti- y ante la indefensión ciudadana que se cultiva en aras de la codificación de una candidatura.

Ante la abdicación de liderazgo y autoridad presidencial, el General se posiciona como el macho alfa de la manada. Aquel que por serlo tiene las tareas de proteger la tribu, siempre dominar, buscar el orden, afirmar identidades cuando estas son precarias por indefensión. Al macho alfa se le perdona el exhibicionismo, el despliegue de poder y hasta el sadismo porque estas son características inherentes a él.

Algunos se quedan perplejos por la popularidad transitoria del General. Por lo dicho, no es difícil de entender. Lo preocupante es que el macho alfa de la manada sea un montaje psicosocial y no una realidad. Lo preocupante es también que personas que suponíamos educadas cedan ante la manipulación visible de elementos biológicos y simbólicos primarios.

Lo preocupante es comprobar hasta dónde puede llegar un pueblo cuando se encuentra en una situación de indefensión. Lo preocupante es que muchos no han advertido todavía que Vladimiro Montesinos no está en la Base Naval.

Por Eduardo E. Zapata Saldaña
(20 - nov - 2014)

Eduardo Zapata
20 de noviembre del 2014

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