El legado de Ollanta Humala

Sobre la agitada coyuntura política de la última semana

La señora Nadine Heredia, la semana pasada, desembarcó de la candidatura nacionalista a Daniel Urresti, acusado de asesinar al periodista Hugo BustÍos y de violar a una campesina testigo del crimen. Urresti representa el militarismo ramplón que concibe la política como una simple guerra de posiciones.

Mientras tanto, los inquilinos de Palacio están acorralados por la indagación fiscal de las agendas que registran las millonarias transacciones económicas que investigaba la ex-procuradora de lavados de activos Julia Príncipe; y por la resolución del TC que resuelve que la fiscalía debe seguir investigando las cuentas poco transparentes de Heredia.

El desbande de la bancada y del partido nacionalista, y la desconfianza popular y empresarial en la palabra y la autoridad del presidente, hacen ingobernable el país y ponen en riesgo el proceso electoral. Un gobierno lleno de odios y bajas pasiones genera un gran resentimiento popular contra el sistema democrático.

El nacionalismo hasta el momento ha tenido seis Presidentes del Consejo de Ministros, cada uno con promesas incumplidas e ineficaces. Además, avocados totalmente en la defensa legal y política de la señora Heredia, olvidándose de la tarea de gobernar.

Ollanta Humala no tiene adversarios políticos sino enemigos irreconciliables. Como presidente no tiene la capacidad ni el talante político para hegemonizar los sectores democráticos en pro del desarrollo nacional. Solo piensa en defender a su esposa de las gravísimas acusaciones de corrupción que pesan sobre ella.

Por otro lado, el pueblo, sin dirección política, usa la protesta violencia para demostrar que existe. El Perú es un polvorín lleno de demandas insatisfechas, corrupción, inseguridad y sobre todo desesperanza e incredulidad en el sistema.

Humala es un presidente que no tiene una “oposición” radical, los partidos son  franquicias, clubs de amigotes que aspiran a suceder a un partido y un gobierno improvisados con la misma improvisación con la que llegó el nacionalismo.

El drama se convierte en comedia cuando el presidente Humala cantinflescamente pontifica: “hemos roto con los grupos de poder económico así gobernemos para ellos”. Cantinflas decía “Democracia, mire usted, según la lengua española traducida al castellano, quiere decir demo, como quien dice dimo y dimo con qué nos quedamos”.

Cantinflesca la candidatura del novel nacionalista Milton Von Hesse La Serna, tecnócrata neoliberal y aliado de PPK -según los nacionalista de la primera vuelta del 2011-, y ahora “el más leal de sus ministros”, acusado de lobbista y de representar intereses privados cuando fue ministro de Agricultura y de Vivienda. “La honestidad es la diferencia” volverá a ser el lema de la campaña nacionalista.

El drama y la tragedia peruana no existen.  El genio de la ficción literaria Vargas Llosa afirma: “es el mejor gobierno de la historia y estamos mejor que antes”. Sentenció el premio Nobel y su palabra es la ley. Vargas Llosa es incapaz de admitir su error al apoyar la incompetencia al gobierno. Más puede el odio a los Fujimori, el antiaprismo y el ego de ser el gran elector.

El Perú debe conservar el “legado del presidente Humala”, ha dicho la Primera dama -no sabemos si es broma o es en serio-. La “señora de la  “luz verde” a los ministros, la que decide si hay aumento del salario mínimo, la esposa amada a la que “acosan judicialmente los chacales de la fiscalía”, como virilmente dice su esposo, el Presidente Ollanta Humala.

Y como dice Cantinflas: “Hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos” ¡Ahí está el detalle! Que no es ni lo uno, ni lo otro lo, sino todo lo contrario, señala el presidente Humala.

Por: Tino Santander Joo