Martin Santivañez

El hombre y la libertad

El hombre y la libertad
Martin Santivañez
27 de marzo del 2015

Sobre el tibio distanciamiento de Vargas Llosa con el gobierno nacionalista.      

He crecido, como toda mi generación, admirando a Mario Vargas Llosa por su dominio del lenguaje y por su actitud reformista en el plano de la escritura. Tenía doce años cuando fundó el movimiento “Libertad”, y confieso que sentí por su actividad política verdadera simpatía, aunque siempre inferior a su obra literaria. No dudo que Vargas Llosa es una de las grandes plumas de este país, no la mejor, no la última, pero sí un referente, una columna imprescindible, un hito esencial.

Tal vez por esa percepción positiva es que la decepción que me produce su actitud con respecto al humalismo es tan profunda. Ciertamente, un primer desengaño lo ocasionó hace tiempo su intransigencia con el fujimorismo. No creo, como suelen sostener sus detractores, que Vargas Llosa hable por la herida. Prefiero suponer que su encono con el fujimorismo está vinculado a lo que él siempre ha llamado “defensa de la libertad”. Esto se puede conceder. Pero si el encono es defendible, el discurso del odio no lo es. En varias declaraciones públicas, Vargas Llosa ha optado por una postura maniquea con respecto al fujimorismo. Nadie puede defender la autocracia de los noventa, sin embargo, tampoco procede condenar a millones de peruanos que consideran al fujimorismo una alternativa viable. Después de todo, el liberalismo es tolerancia y la tolerancia también pasa por dar segundas oportunidades.

En el fondo, a Vargas Llosa no le importa dar estas segundas oportunidades a otros grupos ideológicos. De hecho, no trata con la misma ferocidad a los marxistas que inauguraron a su lado el Museo de la Memoria y tampoco se inclinó por promover el odio político hacia el movimiento que en un inicio fue el blanco de sus críticas a nivel internacional: el humalismo. Si nuestro Nobel supo perdonar en ese caso, ¿por qué predicar el odio a muerte en el otro?

Es en este contexto que la presunta ruptura entre el garante y sus garantizados provoca en mí otra decepción. No se trata de un adiós con balance, no es un hasta luego con análisis claro. No hay una postura clara ante los problemas que atraviesa el gobierno en  el frente interno. En absoluto. Lo que provoca el distanciamiento es un hecho externo, la terrible situación de Venezuela. Es decir, ni la DINI, ni Martín Belaunde Lossio, ni la crisis provocada por la falta de liderazgo son motivo para que Vargas Llosa se pronuncie. Pero sí los problemas de nuestros vecinos venezolanos, problemas graves que, aunque interesan a todos, son menos cercanos al clima montesinista que hoy parece envolver a nuestro país.

No creo pues en este distanciamiento por motivos internacionales. Me parece que Vargas Llosa tiene todo el derecho de pelearse con el humalismo por lo que mejor le plazca. Pero continuará decepcionándome –y supongo que a algunos más— porque la claridad que lo caracteriza en el tema venezolano no es la misma que ejerce al analizar la coyuntura peruana. Lástima. La libertad sin control no existe. Garantizar es controlar. El Perú merece más de los hombres que apuestan por la libertad. Es preciso exigir al aliado al que sostienes que corrija el error cuando éste surge, siempre con ánimo de ayudar.

Por Martín Santiváñez
27 - Mar - 2015

Martin Santivañez
27 de marzo del 2015

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