Darío Enríquez

El gran tsunami mediático desatado por la fiebre del fútbol

Se ha excedido todo evento similar del último cuarto de siglo

El gran tsunami mediático desatado por la fiebre del fútbol
Darío Enríquez
11 de octubre del 2017

Lo que estamos viviendo en las últimas semanas no debería llamarnos la atención. Pese a ello, creemos que es pertinente dedicar unas líneas a reflexionar sobre este impresionante tsunami mediático y la enorme e inédita movilización ciudadana en torno al “patriotismo” futbolero desatado por la expectante posición de la selección blanquirroja en el proceso eliminatorio para asistir al mundial Rusia 2018.

Hayamos logrado o no la clasificación al campeonato mundial del próximo año —este artículo ingresa al portal horas antes del partido definitorio— vale la pena revisar algunos elementos de este monumental affaire, el primero que vivimos desde que la vorágine de las nuevas tecnológicas en informática y telecomunicaciones —en especial las redes sociales— supuso un cambio ultrarrevolucionario en la manifestación y divulgación de los “decires, sentires y pensares” de la humanidad en general y de la “peruanidad” en particular.

Las preocupaciones por nuestra identidad son ahora más vitales y auténticas que las desplegadas antes de dejar atrás los primeros niveles de la pirámide de Maslow. Ese es nuestro país, esas son nuestras “gentes”, que en su inmensa mayoría ya superaron los niveles de sobrevivencia y de subsistencia. Por lo tanto, ya estaríamos —véase el condicional— en la posibilidad de buscar y validar una identidad mucho más sólida. Las diversas culinarias fueron un primer gran paso en la definición de la “cocina peruana”, que debería ser plural aunque se impuso en singular. Discutible en su evoluciôn y en su interpretación, pero incuestionable en su gran relevancia. No importa que sea producto de un ambicioso y exitoso proyecto capitalista centrado en la oferta culinaria, aprovechando una economía en crecimiento en la que millones de familias tienen excedentes que pueden aplicar a “comer fuera”. Quizás funcionó y funciona justamente por eso, porque es compatible con ese nuevo Perú que emerge en el último cuarto de siglo. Nosotros “sentimos” que nuestra cocina peruana es la mejor del mundo. No importa si hay elementos objetivos o si se trata de algo indemostrable, basta con que lo sintamos y listo. No hay análisis sesudo y frío “de un tal Iván” que pueda convencernos de lo contrario. Vivimos en la posmodernidad de lo sensorial, aunque no hayamos vivido plenamente ni la modernidad del racionalismo ni la premodernidad de la autoridad y la trascendencia.

No es sencillo abarcar la gran cantidad de elementos y factores que nos permitirían describir el fenómeno futbolero. En casi cuatro décadas, las campañas publicitarias mundialistas en el Perú aspiraban a estirar lo más posible el ingenuo optimismo inicial hasta la inevitable y prematura eliminación. El proceso que se llamó desde siempre “eliminatorias” ahora se vende como “clasificatorias”. El fraude de “los cuatro fantásticos” golpeó nuestra autoestima deportiva y ya es parte del pasado. Hoy las canciones de los lejanos setentas vuelven a cantarse y de pronto (casi) todo el mundo dice con lágrimas en los ojos: “cuando despiertan mis ojos y veo” o “la R del rifle”. Se agrega aquello de “porque yo creo en ti”, que se ha instalado en la conciencia colectiva a golpe de repeticiones y repeticiones de tal estribillo a través de todos los medios masivos de comunicación. Ni hablar de los miles de millones de dólares en juego, que hoy se multiplican al infinito ante la hasta hace poco imposible opción real de clasificar.

Esto que vivimos como una fiebre incontrolable nos hace ver el enorme potencial manipulador que puede ejercerse desde el control ilegítimo de los medios y de la educación. Esta ilegitimidad se establece a partir de su incompatibilidad con elementales formas democráticas. Una ficticia oclocracia regida desde los grupos neo oligárquicos que se suelen denominar “poderes fácticos”. A través de la educación se puede instalar en nuestros niños y jóvenes la idea simple y sin matices de “nuestros colores”, que proyectada en un deporte como el fútbol desata pasiones. Un germen de identidad, en principio sin mayor sustento y endebles raíces, pero muy eficaz.

Con relativa facilidad, y contando con el tiempo a nuestro favor, podríamos instalar otros reflejos (condicionados) identitarios e ideológicos valiéndonos de los programas educativos. También del control mediático que asigna, reparte, difunde y oculta lo que conviene o no conviene. Así, la idea de que el Estado “tiene que hacer algo” para resolver cuanto problema aparezca en el horizonte, sin duda tiene que ver con un proceso similar. Adoctrinamiento estatista puro y duro. Hacer contracultura para que, por ejemplo, haya vida después del fútbol y tengamos sociedad más allá del Estado, es todo un reto para quienes defendemos las ideas de la libertad. Tenemos una desventaja: todo este andamiaje de adoctrinamiento es ajeno a las ideas libertarias. Al mismo tiempo es el arma preferida de los enemigos de la libertad.

Disfrutemos la pasión de pasiones que es el fútbol. Festejemos “cuatro días con sus noches como fiesta nacional” si logramos clasificar al mundial Rusia 2018. Pero estemos preparados para el día siguiente, sea cual fuere el resultado. La enorme tarea de una identidad nacional sigue pendiente. La lucha diaria por arrancar espacios de libertad al monstruoso Leviatán estatal y sus socios mercantilistas seguirá allí. La corrupción corporativa socialista del Foro de Sao Paulo y sus brazos financieros —Odebrecht, OAS, Camargo & Correa, etc.— sigue en vigor e influye aún buena parte de la sociedad, del aparato estatal y de las instancias judiciales que llevan los procesos que deberían acabar con ella. Perseveremos.

Darío Enríquez

Darío Enríquez
11 de octubre del 2017

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