EL GOBIERNO EN CAMPAÑA

Tras la aterrada ofensiva de la pareja palaciega contra Keiko

Las campañas largas ponen en evidencia la disciplina y la capacidad de control de daños, imprescindibles para realizar un buen gobierno. Ser presidente no es sencillo: se precisa evidencia temprana de capacidad de renuncia al tiempo y a las aficiones personales. No solo la salud y una buena reserva de energía son requisitos indispensables, también hace falta don de mando y la capacidad de controlar las humanas diferencias dentro de su propio partido, si lo tiene. Es el jinete quien debe evitar que el potro se desboque. La ecuanimidad debe primar.

Un altisonante pleito por Twitter, entre un secretario general y el candidato a la primera vicepresidencia, es mucho más grave de lo que los diarios quieren reconocer. Las campañas largas producen agotamiento, y la cada vez más evidente dificultad de alcanzar la victoria produce naturalmente tensión, desencuentros e irritabilidad. Pero eso no excusa lo sucedido ni que personas usualmente ecuánimes y respetuosas usen frases discriminatorias contra la contendiente. Hacer descender así el nivel del debate es inaceptable.

La seguridad es la mayor preocupación de la ciudadanía. La inseguridad creciente de estos cinco años causa zozobra en la población y, conjuntamente con el espíritu persecutorio estatista, viene complicando toda iniciativa honesta y aleja la inversión del Perú, afectando la generación de nuevos puestos de trabajo. Nadie invierte para que le roben o lo extorsionen. La seguridad, para ser fuerte, requiere que la legalidad sea amigable. Este quinquenio que felizmente acaba, se caracteriza por el absoluto desconocimiento de la realidad peruana: hordas de imberbes teóricos de gabinete, han pretendido inventar la realidad mediante leyes y decretos de inviable aplicación real.

Las normas hechas desde Lima, sin conocer el país, han complicado la legalidad estimulando su incumplimiento, la informalidad, y la corrupción. SUCAMEC, por ejemplo, no ha hecho sino agudizar el problema que debía resolver, haciéndole la vida a cuadritos al ciudadano honesto y al empresario formal. Sin justificación, han generado una crisis excusándose tras las excepciones (que por eso precisamente son noticia) para dañar lo que sí funcionaba. Aunque de manera imperfecta —como todo en esta vida, especialmente lo estatal—, pero funcionaba.

Sintiendo, a la manera de los chavistas, que su voluntad es fuente de derecho, han postergado deliberadamente la vigencia de una ley que hubiera resuelto muchos problemas y ahora cocinan un reglamento de Seguridad Privada que contiene peligrosas concesiones con nombre propio, que acabarán costando muchas vidas, así como realidades inventadas que estimularán la informalidad. Es inadmisible que las superintendencias y otros entes controladores funcionen basándose en el maltrato y la persecución al que cumple la ley, e ignorando a aquellos que deciden evadirla. Mediante incentivos perversos que retribuyen mejor al inspector que sanciona, lo único que se consigue es hacer poco atractiva la legalidad y estimular la corrupción.

Estando ya de salida, sería mucho mejor, para el bien de los peruanos, que nuestras autoridades no se manifiesten en contra de uno de los candidatos. Tras la aterrada ofensiva de la pareja palaciega (ingenuamente esperanzada en las palabras electorales del otro candidato), los ministros actuales deberían enviar invitaciones formales a las secretarías generales de ambos partidos que participan en la segunda vuelta, para exponer con sinceridad documentada la situación de los sectores que entregarán el 28 de julio. Señores ministros, ¡el Perú está primero!

Dardo López-Dolz