Octavio Vinces

El garante bipolar

El garante bipolar
Octavio Vinces
09 de abril del 2015

Los dos Vargas Llosa: el enemigo de dictadores y el garante del chavista Humala.

En ocasiones se presentan rumores que comienzan a rodar de boca en boca, sin que pueda precisarse la autenticidad de su origen ni cuál habrá de ser su destino o efecto final. En tiempos de las elecciones presidenciales peruanas de 2011, algunos repetían en Caracas que la inteligencia cubana había vaticinado que en el escenario de una segunda vuelta electoral entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala, el escritor y excandidato presidencial Mario Vargas Llosa habría de convertirse en un inesperado aliado del candidato del eje castro-chavista, ya para entonces algo suavizado por el apoyo del aparato publicitario del PT brasileño.

Es evidente que nadie está en capacidad de confirmar la veracidad de esta «bola», que tampoco terminó trascendiendo demasiado y que hoy en día ha sido prácticamente olvidada. En todo caso habría que sacarse el sombrero ante la inteligencia cubana si fuera cierto que hizo esta predicción, pues lo que sí resulta indiscutible es que la «bola» pegó en el blanco. «Te lo dije», se escuchaba por esos días jactarse a más de uno, con esa antipática satisfacción que suele ser propia de los profetas del desastre.

En efecto, nuestro célebre escritor y premio Nobel apoyó con decidida firmeza la candidatura de Ollanta en desmedro de la de Keiko, para finalmente convertirse en el “garante” del gobierno electo. Que todo esto lo haya hecho por sus profundas convicciones éticas y democráticas o por un rencor incontrolable hacia Alberto Fujimori, o por una combinación de ambos e incluso otros factores, es algo que pertenece al ámbito de su propia conciencia (y de su subconsciente) y sobre lo cual no habría mucho qué decir, si queremos evitar pisar en terrenos pantanosos. Sin embargo no era difícil percatarse de que el aval otorgado tenía que generar contradicciones difícilmente superables.

Porque querámoslo o no, uno es el Vargas Llosa que ejerce de adalid de las libertades y defensor de la democracia, y que se ha granjeado la enemistad de dictadorzuelos como Maduro o los hermanos Castro, y otro es el Vargas Llosa garante del proyecto político del tándem Nadine-Ollanta financiado durante años con los petrodólares del chavismo.

La reciente visita a Lima de las esposas de Leopoldo López y Antonio Ledezma, ambos líderes de la oposición venezolana ilegítimamente privados de su libertad por el régimen de Nicolás Maduro, ha puesto de manifiesto de manera muy notaria algunas de estas contradicciones. Mario Vargas Llosa atinó entonces a alzar su voz para criticar la negativa de Humala de recibir a las cónyuges de estos dos presos políticos. Pero aun así, se trató de una crítica que sonaba un tanto hueca y endeble, y que no venía acompañada del vigor y la aspereza que el laureado escritor suele emplear cuando situaciones similares se suceden en otras latitudes. Esto es, de alguna manera, comprensible. Cuando uno otorga un aval o una garantía, está haciendo que la integridad de su patrimonio (sea material o sea, como en este caso, moral) quede condicionada a la conducta de un tercero. Avalar es también convalidar, hacerse corresponsable. Otorgar un aval —convertirse en un garante— implica asumir un compromiso serio, que por lo demás no puede ser libremente revocado. Es por eso que la crítica del garante al avalado puede sonar poco convincente y no suele ser una excusa atendible para ningún acreedor.

Pero está claro que Mario Vargas Llosa ha optado voluntariamente por proyectar esta imagen bipolar, con tal de evitar a toda costa que la hija de Alberto Fujimori pueda ganar las elecciones. A estas alturas tal vez no sea necesario contar con información de ningún servicio de inteligencia para pronosticar que en el eventual escenario de una segunda vuelta entre Keiko Fujimori y Daniel Urresti en 2016, Vargas Llosa será capaz de renovar su aval a favor del candidato nacionalista.

Por Octavio Vinces
09 - Abr - 2015

Octavio Vinces
09 de abril del 2015

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