Martin Santivañez

El fundamentalismo laicista

El fundamentalismo laicista
Martin Santivañez
09 de enero del 2015

Un movimiento ideológico que encarna el odio a la religión          

El fundamentalismo laicista, de moda en estos días, intenta presentarse ante la comunidad global como el epítome de la tolerancia. Es interesante observar cómo un movimiento ideológico que encarna, en el fondo, el odio a la religión en general, se materializa en algo mucho más concreto: el odio al cristianismo en particular. O, tratándose del Perú, el rechazo virulento a lo que representa la Iglesia Católica en nuestra historia. El fundamentalismo laicista no duda en pregonar tolerancia para todas las minorías mientras, al mismo tiempo, señala con su dedito acusador al catolicismo como causa de todos los males de la República.

El pensamiento progresista, la caviarada peruana para ser más claros, ha hecho del fundamentalismo laicista una piedra angular de su ideología. Nuestros progresistas repiten el viejo mantra con que acusaban a la Iglesia hace dos mil años, antes de toda persecución: “No llueve, la culpa es de los cristianos”. Agustín de Hipona, en "La ciudad de Dios", nos recuerda que la persecución a los cristianos es tan vieja como la existencia de la fe. Surgió, feroz, tras la muerte de Jesucristo y se expandió con rapidez por el mundo antiguo, convirtiéndose en el deporte sangriento de masas embrutecidas y políticos decadentes.

De allí que no han sido pocas las veces en que la política se ha pervertido por criptocracias empeñadas en propagar el odio al cristianismo. A lo largo de la historia, muchos pueblos han sido inoculados con el virus de la cristofobia, convencidos de que todas las calamidades que la civilización padece tienen su origen en la religión. “Pluvia defit, causa christiani sunt” es el proverbio que San Agustín citaba como ejemplo para reflejar hasta qué punto el cristianismo fue convertido –ha sido convertido-- en un enemigo común de la humanidad, gracias a una propaganda tan macabra como intensa.

El fundamentalismo laicista no pone en un plano de igualdad a todas las creencias religiosas. En el plano real, a algunas religiones las promueve y admite, a otras las execra y denuncia. En el fondo, a lo que aspira su programa ideológico y político es a la proscripción de toda manifestación cristiana, mientras contemporiza o minimiza “sociológicamente” los excesos de las otras. Por eso, el fundamentalismo laicista se rasga las vestiduras cuando un sacerdote es invitado a un acto público y confunde laicismo extremo con sana laicidad. Expulsar de la vida humana todo atisbo de religión es imposible. La política es una realidad humana, por lo tanto, manteniendo sus propias esferas (al César lo que es del César) la religión puede y debe iluminar la política. Si las minorías tienen un espacio en la esfera pública, ¿por qué no la religión mayoritaria de este país?

Las mil formas del fariseísmo ideológico aspiran a la proscripción efectiva del catolicismo porque son, en el fondo, herejías políticas que buscan equipararse al mismo plano de verdad trascendente. En fin, para el fundamentalismo laicista (otra falsa religión), si no llueve en el mundo, habrá que culpar a alguien, menos a los verdaderos autores. Así las cosas, ¿por qué no cargarles el muerto a los peligrosos cristianos?

Martín Santiváñez Vivanco

09 - Ene - 2015

Martin Santivañez
09 de enero del 2015

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