Martin Santivañez

El fugitivo

El fugitivo
Martin Santivañez
29 de mayo del 2015

La captura de Martín Belaúnde y el tardío deslinde de la pareja presidencial.

El hombre, que a nadie le quepa duda, nunca tuvo una noción clara del arte del gobierno. Cuando disfrutó de una coalición formidable que apenas impuso hipotecas, el hombre decidió sumergirse en su proverbial voluntarismo para continuar ignorando la realidad nacional. Lo cierto es que la mezcla de romanticismo político y nacionalismo sin brújula facilitó el ingreso en el círculo íntimo de Palacio de aventureros con vocación fenicia para los que el Estado es sinónimo de botín.

El hombre, por entonces, había entregado el manejo de lo público a técnicos de segunda y a políticos de tercera e intentaba, infructuosamente, gobernar para las mayorías imaginando que la necesidad de esas mayorías equivale al regalo y se soluciona con el subsidio. El hombre, entonces, sometió su destino político a modelos importados de un vecino tropical, a esquemas caducos y personajes mediocres, atándose de manera imprudente a sectores de poca o nula representatividad. Así, su gobierno, el que iba a marcar la diferencia, el que nunca polarizaría, devino en una caricatura de falso chauvinismo y terca corrupción.

Pero el hombre tampoco reaccionó ante la evidencia. Por el contrario, optó por encerrarse en sus cuatro ideas y con ello, cabalgó sobre un lustro perdido que ha inmovilizado al país. Mientras tanto, la mujer, presa de frivolidad y rodeada del champán caviar, promovió sus defectos, escarbó en sus temores, agigantó sus complejos. Allí dónde se necesitaba firmeza, todo fue timidez. Allí dónde se exigía dirección, el hombre corría en círculos, sin orden ni estructura.

Hoy que la sospecha se cierne sobre el hombre, hoy que su amigo íntimo es apresado tras una fuga rocambolesca, conviene recordarle a la tribuna que el Golem, la creación del primer amigo de la nación es una creación que porta el sello particular del hombre y su mujer. Son ellos, nadie más, los que instalaron al que hoy está preso en la primera línea de la vida pública. Desprestigiar al apresado, enlodarlo y buscar su aniquilación moral es, también, una forma de autocondena, un claro mentís a su proyecto inicial.

En efecto, la destrucción del prisionero es la destrucción de un movimiento político que jamás alcanzó la honestidad y que fue incapaz de marcar la diferencia. El hombre que prometió acabar con la corrupción introdujo a Belaunde Lossio. El hombre que proclamó la eficiencia, nos lega un Estado ineficaz. El hombre que anunció una era de soberanía, sometió su presidencia a los esbirros de Caracas.

Por eso, Belaunde Lossio no es el fugitivo fracasado de toda esta historia. El que en verdad huyó de sus promesas, el que se escapó de las decisiones difíciles, el que abandonó su proyecto patriótico es otro. Es Ollanta Humala. El que corre sin descanso sin atinar a gobernar es el Presidente. El fugitivo es él.

 

Por Martín Santiváñez Vivanco

29 – May – 2015

Martin Santivañez
29 de mayo del 2015

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