El Frente Amplio

Una nueva izquierda comienza a aparecer en el panorama político peruano

El Frente Amplio (FA) hegemonizó un sector del voto “de protesta”, aquel que busca acabar con la corrupción y renovar la política peruana. Por su parte, Verónika Mendoza ya representa a ese sector radicalizado de peruanos, que paulatinamente se irá decantando de sus posiciones más infantiles. Ella y el FA han sido capaces de expresar las diversas demandas de la población que nunca son incluidas en los programas políticos, mucho menos escuchadas por los políticos conservadores, y por eso tienen momentáneamente la adhesión de los jóvenes (los llamados “pulpines”), que en el Perú es sumamente volátil.

El voto por Mendoza, no es un voto ideológico, reitero, sino un voto de protesta. Un voto que quiere acabar con la incompetencia del Estado y la arrogancia empresarial que pregona que estamos en el mejor de los mundos, y que además se opone a cualquier cambio positivo para el país en conjunto, por mínimo que sea. Mendoza, resistió con serenidad las acusaciones políticas que cuestionaban su honestidad, por el tema de las agendas de Nadine Heredia. La prensa indagó en la vida familiar de la candidata y encontró que el padre es un minero informal, hecho que contradice el programa antiminero del Frente Amplio.

El error político más importante de Mendoza, fue no deslindar con claridad la relación política e ideológica del Frente Amplio con la dictadura venezolana de Nicolás Maduro. Esta postura ambigua al principio género que la etiquetaran de chavista, de roja, de marxista-Leninista e incluso de terrorista. Fue un golpe duro, pues significó la condena unánime de la prensa y de la población. Mendoza vacilaba entre el discurso ideológico de la vieja izquierda, que canta con nostalgia la internacional comunista, y representar a vastos sectores de la población, insatisfecha políticamente con la democracia peruana.

Mendoza, ha aprendido la lección: el chavismo no es el camino. Estoy seguro de que recorrer el país la ha ayudado a madurar políticamente, y que ahora sabe que no existen soluciones mágicas ni ideológicas, pues la gente tiene problemas muy concretos que no se solucionan con demagogia.

El Frente Amplio ahora debe representar políticamente a los insatisfechos con el sistema. Tendrá una significativa representación parlamentaria, y depende de ellos convertirse en una alternativa seria de poder para un sector radicalizado de la pequeña burguesía. El país demanda una izquierda combativa con alternativas serias, no un conjunto de galimatías ideológicas que no ayudan en nada y que solo contribuyen a adocenarse en el parlamentarismo más estéril.

Si la representación parlamentaria del Frente Amplio se pierde en el discurso de la protesta callejera, estaremos asistiendo al principio del fin. La izquierda habrá sido incapaz de convertirse en una alternativa democrática de poder; además, demostraría incapacidad para vincularse al pragmatismo popular que busca soluciones y lucha cuando no hay alternativa.

Por otra parte, el voto del Frente Amplio será decisivo en la segunda vuelta, y seguramente solicitado por esas dos fuerzas políticas que los jóvenes sarcásticamente llaman el “fujimorismo norteamericano de Ppkeiko y el firme del chino”. Todo un dilema para este sector del electorado.

Se equivocan los analistas que tipifican al Frente Amplio como una organización antidemocrática y torpemente lo marginan es sus propuestas para construir esa izquierda democrática que los sectores liberales reclaman. Este proceso no será fácil, pero todo indica que ya se ha iniciado.

Hoy, ser de izquierda no significa ser marxista-leninista ni estatista; al contrario, implica un compromiso con la libertad económica y política, responsabilidad con el medio ambiente, defensa de los derechos humanos, lucha por los derechos civiles de la minorías de cualquier tipo. Es una nueva izquierda que empieza asomarse en el escenario nacional.

Tino Santander Joo