Dante Bobadilla

El fraude mediático

El fraude mediático
Dante Bobadilla
16 de junio del 2016

En apenas una semana los medios torcieron la voluntad popular

Cuando Diego García-Sayán montó la Comisión de la Verdad y Reconciliación, obviamente trataba de reconciliar al país con la izquierda, luego de que esta hubiese pasado varios años predicando, promoviendo, planificando, desarrollando y apoyando la “guerra popular” y la “lucha armada”, que llevaron a la locura del terrorismo de Sendero Luminoso y el MRTA. De hecho, el informe final de la CVR exculpa a la izquierda y hasta la santifica, además de justificar a Sendero Luminoso. Al mismo tiempo, construye las bases del antifujimorismo como la nueva doctrina del odio de clase. Gracias a la magia retórica de la CVR, la izquierda emergió como defensora de los DD.HH., mientras el Estado y las FF.AA. eran señalados como terroristas, y Alberto Fujimori convertido en el peor personaje de la historia. Ese relato ha predominado en los últimos quince años envenenando la mente de los jóvenes, con el regocijo de todos los angelicales periodistas que han adoptado el antifujimorismo como su pose moral favorita.

¿Hasta cuándo seguiremos sumergidos en el odio a los noventa, mientras disfrutamos los beneficios de la paz y del modelo económico diseñado en esos años? Una postura cínica digna de una novela clásica. ¿Será posible hacer un balance de los noventa menos apasionado y falaz que el que predomina en el discurso general? ¿Será posible enmendar algún día a la CVR? ¿Podrán los señoritos de la prensa atreverse a abandonar su cómodo disfraz de moralistas para hablar de los noventa con objetividad y sin enconos? En estos días muchos prefirieron posar con el ridículo uniforme de superhéroe “salvador de la democracia” para vetar a Keiko Fujimori, cargándole todo el peso de los errores de su padre y repitiendo tonterías infantiles como “el ADN del fujimorismo”. Por mi parte nunca he visto tanta mediocridad en la prensa. No faltan quienes padecen realmente un odio patológico al apellido Fujimori, como Mario Vargas Llosa y la izquierda en pleno. Un odio que no sienten frente a los ex terroristas y sus descendientes, que han sido candidatos sin problemas.

Las últimas elecciones tienen por eso un sabor a fraude. No es el fraude que se comete en las urnas o en el organismo electoral, sino uno más elaborado, que también consiste en cambiar el voto del ciudadano torciendo su voluntad, como ocurre en los países dominados por el socialismo del siglo XXI. Es muy fácil de lograr si se maneja la prensa, pues los ciudadanos se enteran del mundo a través de ella. Nadie conoce a los candidatos si no es por la prensa. ¿Quién conocía a Julio Guzmán? Nadie, hasta que de pronto los medios empezaron a darle una cobertura inusitada, lo llamaban de todos lados, su rostro era portada de diarios y su sonrisa cubría la pantalla de la TV por semanas. El efecto se sintió de inmediato en las encuestas. Exactamente lo mismo hizo la prensa cuando apareció Ollanta Humala en el horizonte con sus estrafalarias asonadas y comunicados. De pronto Ollanta se volvió la megaestrella de los medios y acabó convertido en presidente.

En el 2011 la izquierda ganadora repetía el lema “la prensa ya no pone al presidente”, en referencia al apoyo que El Comercio le brindó a Keiko Fujimori. Ahora ya no dicen eso, porque es obvio que la prensa en pleno apoyó a PPK y hundió a Keiko Fujimori apelando a psicosociales, denuncias, calumnias, sospechas, acusaciones, montajes, etc. Le dieron con todo a Keiko, y en una semana torcieron la voluntad de la gente. ¿Eso no califica como fraude? Saben muy bien que el 27% de la gente decide su voto en la última semana. Eso para mí es fraude.

Se precisa una reflexión profunda sobre lo ocurrido en esta campaña y en las inmediatas anteriores. Dado el escaso margen de votos que le dio el triunfo a PPK, podría cuestionarse su legitimidad. Para evitar esto se apostó por una segunda vuelta, pues en todo caso bastaría una elección simple para elegir al presidente. Creo que así debería ser para evitar los vicios habituales de las segundas vueltas, que solo nos han dado gobiernos débiles. Francamente no veo ninguna ventaja en hacer una segunda vuelta. Carece de sentido y habría que pensar en eliminarlas, en medio de las reformas que se avecinan. Por último, también se requiere una reflexión sobre el rol de la prensa, su penosa mediocridad con la funesta preeminencia del progresismo, y la división del país alimentada por el antifujimorismo enfermizo y con el apoyo de militantes fanáticos y mentirosos.

 

Dante Bobadilla

 
Dante Bobadilla
16 de junio del 2016

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