Dante Bobadilla

El fin de la democracia

Sin partidos políticos y sin liderazgos

El fin de la democracia
Dante Bobadilla
25 de octubre del 2018

 

Mientras me someto a una engorrosa serie de exámenes médicos, que van desde análisis de sangre hasta test de personalidad, como si postulara a ser astronauta de la NASA y no a revalidar mi elemental brevete A1, desperdicio tres horas y media en este ridículo trámite, viendo en cada sala de espera la sustentación del fiscal Domingo Pérez.

Me pregunto por qué desperdiciar tanto tiempo leyendo los testimonios de sus mil testigos que dicen lo mismo, cuando debería limitarse a decir por qué necesita que Keiko Fujimori esté presa por tres años mientras él sigue investigando. ¿Qué le falta allanar? Tal parece que ya lo tiene todo. ¿Por qué entonces no se ahorra el espectáculo y presenta directamente su acusación al Poder Judicial para iniciar un juicio debido? Y con la acusada libre, como debe ser.

Les diré por qué. Primero, porque el fiscal sabe que su caso es basura y finalmente acabará en el tacho del Poder Judicial. Todo lo que busca ese fiscal es meter presa a Keiko Fujimori con el relamido cuento de la “prisión preventiva”. Acá no se trata de hacer justicia. A estas horas, en que la audiencia está suspendida mientras escribo esto, no tengo ninguna duda de que el ya famoso juez carcelero dictará la prisión de Keiko Fujimori porque ese es el chip que tiene.

El Perú es un país con uno de los peores sistemas de justicia del mundo. No solo hay corrupción entre jueces y fiscales, sino también incompetencia. Y para colmo, estamos repletos de leyes absurdas que nos complican la vida a todos. A esto hay que agregar que existen entidades privadas como la ONG roja IDL, con evidente y descarada influencia en el sistema. Tan podrido está todo que a nadie le extraña ver el cuajo con que IDL hace alarde de su poder en la Fiscalía de la Nación, obteniendo material exclusivo; o en el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, reactivando procesos archivados o ganando recursos insólitos.

A nadie le sorprende que un delincuente caiga abatido en las calles y luego nos enteremos de que se trata de un peligroso hampón que debiera estar preso, y que estaba libre o con prisión domiciliaria. A nadie le molesta que la mitad de los presos no tengan sentencia, y que se siga abusando sin asco de la prisión preventiva, convertido ya en recurso normal y no extraordinario. Por todo esto, no me sorprendería si meten presa a Keiko Fujimori por haber sido candidata de un partido que simplemente recibió aportes de campaña, sin haber llegado al poder. El absurdo en el Perú ya es lo normal.

Tampoco me sorprende que Keiko Fujimori sea la única investigada por aportes de campaña, cuando se sabe que Odebrecht y otras empresas brasileñas financiaron a varios partidos, oenegés y periodistas, implicados ciertamente con el poder. Menos me extraña que el fiscal Domingo Pérez recurra a la fábula para sustentar su caso, partiendo del supuesto ridículo de que los aportes de campaña eran “coimas anticipadas”. Todo esto es un circo más de la caviarada, cuya última función ha sido completada con el show de los chats para seguir entreteniendo a los tontos.

Por supuesto que el proceso contra Keiko es persecución política. No de ahora sino de hace muchos años, desde la caída del fujimorato. Nunca le dieron tregua. La han atacado día y noche sin parar, acosándola en los medios y con marchas en las calles, reactivando los refritos de campaña en el Poder Judicial, una y otra vez. ¡Cómo no va a ser persecución política! Si hasta es la única perseguida por aportes de campaña. Hay que ser muy bobo para creer que esto se trata de justicia y lucha contra la corrupción. ¡Por favor!

Mientras los enfermos de odio celebran, el país se hunde en la peor crisis política de su historia. La democracia naufraga sin partidos, víctima de leyes estúpidas que permitieron la intromisión de agentes del Estado como guardianes y garantes de la democracia. Allí está el resultado de sus leyes de fortalecimiento de los partidos, la criminalización de los aportes, los topes de gastos de campaña y otros disparates legislativos del mismo orden.

Con la quiebra de Fuerza Popular, la crisis del Apra y del PPC, y con Acción Popular reducido ya a vientre de alquiler, los principales partidos fenecieron. Se ha perdido todo liderazgo. La democracia nunca estuvo más debilitada. Lo que nos queda es aguantar a un aspirante a dictador que se frota las manos y se mira ya ante el espejo con ramas de laurel adornando sus sienes, mientras una larga fila de adulones aguarda impaciente sus órdenes.

 

Dante Bobadilla
25 de octubre del 2018

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