Jorge Morelli

El éxodo de los alumnos

El éxodo de los alumnos
Jorge Morelli
09 de agosto del 2017

Masivo traslado de la educación pública a la privada

Hay una migración masiva de los estudiantes peruanos de la educación pública a la educación privada. Esto, a pesar de que la primera es gratuita y la segunda pagada. Nadie parece saber a qué se debe ni qué hacer al respecto. Las autoridades lo callan y miran hacia otra parte.

Tres de cada cuatro alumnos en el Perú están matriculados en la educación pública. Pero en los siete años entre 2008 y 2015, esta se redujo en números absolutos en más de medio millón de alumnos en primaria y más de 170,000 en secundaria. Es una caída brutal, de más de 12%. Lo saben los que conocen de educación, pero no la opinión pública ni la prensa.

La mayoría asume que los padres sacan a sus hijos de la educación pública gratuita porque la educación privada es superior, aun la de bajo costo. Pero todo indica que esto no es cierto. De hecho, la educación privada de bajo costo puede ser en casos incluso peor que la pública gratuita.

¿Por qué entonces migran de una educación gratuita a una que cuesta sin ser mejor? El Ministerio asume que es por desinformación. Lo cree poco menos que una estafa. Y reacciona mecánicamente: intenta inútilmente detener la migración regulando severamente la educación privada de bajo costo, generando reglamentos que son virtuales pretextos para poder cerrarla. Es una respuesta inútil y contraproducente.

Pienso que el éxodo del alumnado público a la educación privada no se debe a la calidad de la enseñanza sino a lo que podríamos llamar una forma rudimentaria de “tutoría” en la educación privada, y ausente en la pública. Es una consecuencia de la oferta y la demanda del mercado.

Desde el punto de vista de los padres de familia, en la educación privada hay “alguien a quien reclamar”. Siendo una educación pagada, hay alguien obligado a “dar la cara”. Estos son los testimonios existentes. En la educación privada de bajo costo —donde la pensión mensual puede ser de solo cien soles—, la competencia es determinante. La posibilidad siempre latente de una segunda migración a otra institución educativa privada de bajo costo obliga a la vigilancia y atención cercana del alumnado cuando menos en cuanto a asistencia y rendimiento. Esta “tutoría” primaria parece ser el factor más significativo en la decisión de migrar, incluso si la educación pública ofrece igual o mejor calidad.

La “tutoría” es un componente básico de cualquier educación exitosa. Los padres de familia que no pueden proveer un entorno familiar que facilite la “tutoría” del alumno en el ámbito doméstico, prefieren entonces la educación privada pagada antes que la pública a pesar de ser gratuita. Y esto a pesar del carácter incipiente y rudimentario de la “tutoría” en la educación privada de bajo costo que es efecto de la competencia en el mercado.

También en el currículo de la educación pública existen horas de “tutoría”, pero la función no parece estar bien definida. Resulta insuficiente para el seguimiento del alumno. Es posible que una baja motivación de los docentes públicos —salvando honrosas excepciones— se deba al efecto de la caída de los salarios combinado con la estabilidad en el nombramiento, lo que induce al maestro a buscar un segundo ingreso en otra ocupación. El hecho desemboca en que en la educación pública no hay quien “dé la cara” al padre de familia. Según testimonios, por el contrario, migrar a la educación privada los empodera en la educación de los hijos.

Humillado por el éxodo del alumnado de la educación pública gratuita a la privada pagada, el Ministerio reaccionó en un primer momento intentando clausurar la educación “basura”, a saber la privada de bajo costo. No ha dejado de intentarlo. Paralelamente, sin embargo, ensaya ahora una mejor respuesta: una nueva malla curricular.

La nueva currícula tiene 30 horas de clase semanales para los seis grados de primaria, y 45 horas semanales en la nueva Jornada Escolar Completa (JEC) para secundaria (aunque la nueva JEC alcanza hoy a menos de mil de los ocho mil centros educativos secundarios). La malla de 30 horas varía a lo largo de los seis grados de primaria y para el sexto y último grado tiene el contenido siguiente: Matemática y Ciencias: 4 y 4 horas, respectivamente; Comunicación (lenguaje): 4 horas; Inglés 3 horas; Personal social (historia, geografía, economía): 4 horas. Arte y cultura: 3 horas. Educación religiosa: 1 hora. Educación Física: 3 horas.Tutoría: 2 horas. Libre disponibilidad: 2 horas. Son, en suma, ocho horas semanales en matemática y ciencias versus 15 horas semanales para las humanidades. De la siete restantes, dos son de “tutoría”.

La pieza central en la malla curricular de la educación pública debería ser la “tutoría”, función de primordial importancia no solo para el monitoreo de la asistencia sino de los resultados, lo que permite a su vez retroalimentar la calidad de la enseñanza no solo con los padres de familia, sino con los profesores.

Esta es la labor del director pedagógico en una institución educativa: recoger y organizar la información en un círculo virtuoso que mantiene un sistema de retroalimentación que traslada semanalmente la información de los tutores de aula a los profesores de curso y la información que proviene de los profesores de cursos a los tutores de aula.

En la malla curricular que propone el Minedu, la “tutoría” dispone de dos horas semanales (a las que podría añadirse otras dos de Libre Disponibilidad). Pero ni importa cuántas horas se dedique a la “tutoría”, esta función solo es eficaz si se halla dentro de un sistema de información como el descrito. La “tutoría” es crucial para recoger información sobre la calidad del dictado de las distintas materias, información que necesita ser recogida y procesada por el más alto nivel pedagógico de la institución. A su vez, son los docentes quienes deben informar de la marcha y del cumplimiento de la función de “tutoría” por los tutores de aula. De la retroalimentación del sistema depende resolver el problema del éxodo de la educación pública a la privada en la educación peruana.

La coordinación de la “tutoría” es la bisagra que hace funcionar el sistema.

En la nueva malla curricular del Ministerio de Educación está previsto que el manejo de las “tutorías” y la designación de los tutores de aula dependa de un “coordinador pedagógico”, una función indispensable. Naturalmente, la coordinación de la función de “tutoría” y del sistema de retroalimentación de la información necesita ser una función a tiempo completo.

No obstante, la práctica instalada en la educación pública es que quien debería ejercer esta función primordial —el director académico de la institución educativa— se ha convertido en la práctica en una suerte de gerente administrativo dejando de lado las tareas pedagógicas. De allí precisamente que la respuesta del Ministerio –que no es descartada- sea crear una “coordinador pedagógico”.

La experiencia indica, sin embargo, que el nuevo “coordinador pedagógico” estaría bajo la autoridad del director devenido en gerente administrativo. Esto es una mala definición de funciones y jerarquías.

La dirección pedagógica de un centro de enseñanza no debe estar bajo la autoridad de la administración, sino a la inversa. No es el magisterio el que sirve a la administración, sino la administración la que atiende al magisterio y sus necesidades. Lo contrario convierte a la institución educativa pública en un centro de poder de decisiones de impacto económico, laborales y salariales.

Este desplazamiento del docente por el administrador tiene lugar también en la educación privada —El otoño de los docentes de Benjamin Ginsberg (Oxford Press, 2011)—, pero la educación pública padece todos sus defectos sin alcanzar ninguno de sus beneficios. La definición de la función de “tutoría”, como se ve, es el punto de partida de una revolución de la calidad de la enseñanza en la educación pública.

Ciertamente, las limitaciones presupuestales y el atraso en la capacidad de gasto de la inversión pública en Educación son un desafío formidable, pero son las mismas que en toda la administración pública peruana. Todo lo antes señalado, sin embargo, es indicio de que el más grave problema de la educación peruana no es solamente de limitación presupuestal.

Todo el tema necesita ser visibilizado, investigado y repensado. Mientras no se redefina las funciones de “tutoría” y de “coordinación pedagógica” y se devuelva al director a sus funciones académicas y se subordine la administración a ellas, mientras la función administrativa prevalezca sobre la pedagógica por ser la primera fuente de poder en el manejo de recursos humanos y materiales, el esfuerzo de inversión del país en educación no va a dar los frutos que hacen falta para el siglo XXI.

Y no se detendrá el éxodo del alumnado.

 

Jorge Morelli

@jorgemorelli1

jorgemorelli.blogspot.com

 
Jorge Morelli
09 de agosto del 2017

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